Un dibujo sirve para muchos fines. La utilidad de cada uno varía en función de quien la crea o de quien la consume, también de su formato o de la técnica que lo compone. Todos esos elementos le dan matiz a la pieza, que se sabe arte desde el momento en que se convierte en un vehículo de expresión.
Cuando Silvia Becerril (La Habana, 1992) escogió dejar la Arquitectura para dedicarse a ilustrar, lo hizo movida por la necesidad de transformar en trabajo un sueño que la acompañaba desde niña. Para ella, dibujar es un encuentro consigo misma, “un acto de autoaceptación y una lección crucial sobre la importancia de ser honesto en el arte”.
Hadas, sirenas, bailarinas, gatos y bosques encantados componen el universo mágico que la ilustradora cubana residente en México ha construido en su perfil en Instagram, una bitácora deliciosa para los amantes de las artes visuales que, por momentos, recuerda el trazo delicado de Beatrix Potter en sus libros de cuentos infantiles, pero con pinceladas góticas que dan un toque semiamargo a la dulzura de cada dibujo.
El contraste de su estética se expresa tanto en los tonos cromáticos que usa como en la gestualidad de sus personajes, y produce una sensación similar a la que se siente al leer los originales de los cuentos de hadas que Disney masificó en versiones más pasteurizadas. Silvia no le teme al color. “Desde pequeña nació en mí la admiración por todo lo visual, inspirada tanto por los dibujos animados como por el hábito de la lectura, cosa que agradezco a mis padres“.
Tiene 32 años, nació en La Habana y creció entre libros de Onelio Jorge Cardoso, un autor cuyos cuentos le encantaría ilustrar algún día, lo mismo que los de Hans Christian Andersen.
Se graduó como arquitecta en 2015 pero pronto descubrió que era en el dibujo donde estaba su verdadera vocación. Así, tras su paso por la Universidad Tecnológica José Antonio Echaverría y luego de tres años ejerciendo la profesión, decidió dejar a un lado escuadras y compases para probar suerte con los lápices y los pinceles.
“Convertir la ilustración en una carrera de tiempo completo me requirió aprender a personalizar mi enfoque creativo”, comentó a OnCuba la autora de las cubiertas de Soledad (2022), de la escritora Elaine Vilar Madruga y Un niño perfecto (2023), de Giselle Lucía Navarro, dos libros infanto-juveniles de autoras cubanas que se han destacado en los últimos años en el panorama literario de la isla.
Durante la pandemia embarcó junto a su hermana y su madre en la aventura del emprendimiento familiar Sister&Sister, donde crean accesorios personalizados e ilustraciones por encargo. Luego emigró a México, donde cursa la Maestría en Conservación del Patrimonio Arquitectónico en la Universidad Autónoma de Yucatán.
Entre abril y mayo pasados expuso en La Habana su primera muestra personal, Contar con el alma, auspiciada por el Centro de Gestión Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y realizada en la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, La Habana Vieja. La muestra refleja la que ha acabado siendo su área de especialización: la ilustración infantil.
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¿Cómo empezaste profesionalmente en la ilustración?
Situaciones personales y cambios bruscos me hicieron replantear el rumbo de mi vida, de mi futuro, pero sobre todo me llevaron a reflexionar sobre mi presente y buscar la respuesta a la pregunta: ¿Qué me hace verdaderamente feliz?
Así, en 2018 volví al dibujo. Fue casi un acto de autoaceptación y una lección crucial sobre la importancia de ser honesta conmigo.
Comencé realizando ilustraciones solo para armar mi portafolio, que expongo en Instagram. Con el paso del tiempo, fui creciendo en seguidores y así comenzaron los encargos personalizados. Comenzaron a llegarme “comisiones”, hasta que conocí a Elaine Villar Madruga; para ella ilustré y diseñé la cubierta de Soledad.
A partir de eso surgió la oportunidad de trabajar con la Editorial Columbia Kids, de la Universidad de Columbia de Nueva York, para ilustrar y diseñar el libro William, viajes y aventuras por el mundo (2023), de la autora Patricia Vilá.
Recientemente he ilustrado dos libros para la Casa Editora Abril: Hansel y Gretel (de la colección de clásicos infantiles) y Un niño perfecto, de Giselle Lucía Navarro. También ilustré el cuento “The Mansion of Cats”, para el número de octubre de 2023 de la revista infantil británica Storytime Magazine.
Además, colaboré con la diseñadora mexicana Gabriela Isa Chacón, lo cual me llevó al álbum ilustrado The Cat’s Watermill, mi más reciente proyecto.
Actualmente me representa la agencia de ilustradores Astound Agency, con sede en Londres y Nueva York. Estoy en el mejor momento de mi carrera como artista.
¿Te has inspirado en algún artista para construir un estilo propio, la marca distintiva de tu trabajo?
Me inspira casi todo lo que me lleve a mi infancia, a las memorias y los sueños que tenía. Entre los artistas de la animación que más tomo como referentes están Mary Blair, Don Bluth, Tom Moore, Satoshi Kon, Tim Burton y las producciones de Studio Ghibli.
Recuerdo los primeros libros ilustrados que mis padres me leían y por los que sentía gran fascinación. Los cuentos folclóricos y con referencias a sirenas y otras criaturas mitológicas formaron mi identidad como creadora. También tuve acceso a materiales provenientes de Rusia, incluido audiovisual, por lo que las ilustraciones a acuarela de Nika Goltz u otros ilustradores soviéticos influyeron en mi estilo.
Pero sin lugar a duda fueron los cuentos de Andersen y de Oscar Wilde los que claramente me llegaron al alma: esa pizca de oscuridad en la belleza o ese destello de luz en la sombra forman parte de la identidad que he logrado crear como ilustradora.
En cuanto a ilustradores contemporáneos, he estado siguiendo muy de cerca a Adolfo Serra y Ema Malyauka.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Me siento ante la computadora o el papel con un café y música, esta última casi siempre expresa mis estados de ánimo. Intento pensar en qué quiero transmitir y voy bosquejando infinitamente hasta que llego a un resultado que, aunque sea un garabato, puedo visualizar convertido futuramente en una pieza.
Luego pienso en el aura cromática y comienzo a dibujar y poner detalles directamente. Soy un poco impaciente y caótica; me gusta ver resultados inmediatos en algunas de las partes de la pieza, es un proceso que hago de manera desenfadada.
Con un grupo de amistades acá en Mérida hemos formado un club de dibujo. Los miércoles por las noches dedicamos unas horas a inspirarnos, hacer arte y compartir experiencias de vida. No nos sentimos juzgados entre nosotros y nos apoyamos; hemos formado una comunidad. Esos días son muy importantes para mi motivación, pues actualmente estoy terminando un Máster en Patrimonio Arquitectónico y el tiempo que dispongo para ilustrar está limitado solo a trabajo.
En tu perfil vemos una estética bastante versátil. Entre todas las técnicas (acuarela, óleo, gouache, nankín), ¿cuál prefieres?
Siempre estoy experimentando con las técnicas húmedas, que suelen ser mis preferidas por la fluidez y el poco control que se llega a tener sobre el proceso. He comenzado a trabajar un poco más con técnicas mixtas, como la acuarel