Fernando Cabreja no necesita presentación, pues ha dejado suficientes trozos suyos en canciones como para crear su propio autorretrato. El premio 60 Aniversario de la Egrem, entregado durante estas Romerías de Mayo, pudo definirlo como uno de los artistas cumbres de la cultura holguinera.
Cantautor, radialista, amante del periodismo e historiador, es Cabreja un hombre distinto, que se formó con Mozart y Vivaldi, escuchó primero a Víctor Jara y después a Silvio Rodríguez, que nunca ha dado clases ni consejos, pero es llamado maestro… y quizás, uno de los pocos artistas que en un panorama cultural tan extenso como el nuestro, ha podido distinguirse y reconocerse por sí mismo como compositor y autor de la canción inteligente.
Se confiesa como un cantautor «naif», que no estudió sobre melodías, no sabe distinguir la cuestión musical, aprendió a tocar guitarra por sí mismo, de oído, pero compone. Sus peñas son de las favoritas del público holguinero y aunque no cree en llenar teatros, ocupó todas las capacidades del Eddy Suñol en su concierto del año 2018. Se enfrenta a diario al fatalismo geográfico, a un consumismo desmesurado del ruido y a una colonización cultural alarmante, pero logra que, en las calles, lo detengan y le digan: “Trovador, yo también estoy fuera de foco.”
Su surgir como cantor viene mucho antes de su licenciatura de Historia del Arte, obtenida en La Habana en 1986; quizás «estudió, como quien dice, por el gusto», pero supo darle un buen uso a su título universitario en su paso por el municipio de Moa, donde encontró, a recomendación de la cantautora infantil y esposa, Edelis Loyola, su vocación por la radio.
“Comencé como asesor de La voz del Níquel, revisando los programas. Así estuve dos o tres años, hasta que me dediqué a la radio por total. Me considero un periodista, porque la radio me ayudó mucho.”
Cabreja encontró en Moa el desafío de, en medio de una ciudad eminentemente industrial, donde la población no tenía tiempo para escuchar la radio, establecer un espacio dedicado al arte y la cultura. “Comencé haciendo comentarios de arte, en una sección llamada «Entre la vida y el arte», hablaba de Van Gogh, de poetas, de muchos temas, hasta que empecé a escribir y conducir una revista cultural. Difundía a los trovadores cubanos de aquella época, año 1991, que se empezaba a escuchar a Frank Delgado, Carlos Varela. Trataba de conseguir esa música que a veces llegaba a la emisora, pero a veces no.”
Moa se construyó como su telón, rondándolo incluso desde sus inicios como cantautor. “Cuando yo tenía catorce años, más o menos, me presenté en un festival de un movimiento de aficionados que se desarrolló allí. Yo apenas tocaba bien la