La política bipolar: ¿terroristas que cooperan?
La noticia es que Estados Unidos ha quitado a Cuba de una lista de países que agrupan a quienes Washington considera que no cooperan plenamente en esfuerzos contra el terrorismo. Así lo anunció el secretario de Estado Antony Blinken el miércoles de esta semana.
La enumeración incluye a Venezuela, Corea del Norte, Irán y Siria. Se actualiza cada año y se entrega al Congreso, una obligación legal que tiene el departamento de Estado.
Esta lista no tiene relación directa con la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, en la que Cuba continúa con un enorme peso para su economía, que va desde la persecución a transacciones financieras, asedio a las navieras que transportan petróleo, así como la suspensión de visa electrónica a Estados Unidos a miles de europeos por viajar a la Isla. Nada de esto cambia.
Según afirmó un funcionario del Departamento de Estado, quitar a Cuba esta vez responde a diálogos entre autoridades de organismos de aplicación y cumplimiento de la ley que se han retomado después de años sin celebrarse, y resultan una de las causas que hacen esa designación como «no apropiada».
A esa misma agencia de prensa, el académico estadounidense William Leogrande declaró que podría ser la antesala de quitar a Cuba de la otra lista, una movida poco probable para una administración cauta y miedosa frente al desproporcionado volumen de la voz de no más de 4 o 5 entre representantes y senadores que usan el tema de Cuba como moneda de cambio.
Las reacciones no se hicieron esperar, el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano publicó un comunicado en el cual expresó que «el reclamo de que el gobierno de los Estados Unidos corrija esa injusticia es alto y reiterado, de parte no solo del pueblo cubano, y de numerosos gobiernos, en especial de América Latina y el Caribe, sino también de organizaciones políticas, sociales y religiosas dentro de los propios Estados Unidos».
Y no la falta razón al Minrex, ejemplo de ello es que la organización liberal demócrata Center for Engagement and Advocacy in the Americas (CEDA) celebró en un comunicado la salida del Estado cubano de la referida lista. Su directora ejecutiva María José Espinosa, señaló que el cambio es un paso importante hacia la normalización de las relaciones bilaterales.
Asimismo, CEDA instó al Departamento de Estado «a continuar con este progreso mediante la eliminación de Cuba de la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo (SSOT), ya que esta designación es injustificada y obstaculiza la entrega de ayuda humanitaria, y obstruye el acceso de los empresarios cubanos independientes, y los grupos de la sociedad civil a la banca internacional y la financiación, empeorando las dificultades económicas».
Otras voces similares fueron la de la representante Pramila Jayapal quien en su cuenta de X celebró la decisión con la aspiración de que fuera un « primer paso» que debía transitar hacia eliminar la inclusión que hizo Trump en la lista de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo «para promover nuestros objetivos de seguridad, humanitarios y hemisféricos».
Otros activistas políticos y académicos de origen cubano como el profesor Carlos Lazo y el estudioso Arturo López Levy formularon criterios similares.
En el otro polo del espectro político también hubo prontas respuestas. La congresista y periodista María Elvira Salazar en un video-comunicado expresó su gran preocupación porque esta acción fuera precedente para sacar a Cuba de la Lista de Países Patrocinadores del Terrorismo, «si un país está en las dos listas, y lo quitan de una, todo parece indicar que lo van a quitar de la otra», apuntó.
Asimismo, la política de origen cubano explicó que se necesitan seis meses para retirar un país como patrocinador del terrorismo, y en este sentido, especuló con la posibilidad de que la administración Biden pueda estar moviendo las fichas para tomar esta acción poco antes de enfrentarse a las elecciones en noviembre de este año.
Es difícil dilucidar qué significa esta noticia. A meses de unas elecciones y en una campaña que tiene ingredientes del más increíble show de Netflix, que va desde candidatos a vicepresidentes que asesinan perros y lo cuentan públicamente, hasta el candidato de la oposición en un juicio por esconder dinero que pagó a una actriz porno, el Secretario de Estado tocando guitarra en un bar de un país en guerra, y múltiples estudiantes protestando por el genocidio en Gaza —y reprimidos por la policía con la justificación del presidente—, es dudoso pensar que en un escenario tan convulso Cuba puede ser un tema de importancia.
Quitar a al Estado cubano de esa lista sí pudiera ser un ejercicio de coherente de funcionarios de del Consejo de Seguridad Nacional, u otros departamentos o instituciones que chocan una y otra vez con coordinar reuniones para «enfrentar el terrorismo», que se produzcan con resultados positivos, y que ese país con el que se sientan a hablar en un escenario de cooperación y desafíos compartidos esté en una Lista de Países que no cooperan con los esfuerzos antiterroristas.
Nuestra opinión es que la inclusión de Cuba en esta lista siempre ha respondido a la necesidad de complacer a una facción extremista de políticos y activistas cubanoamericanos radicalmente opuestos al Estado cubano, y no a argumentos sólidos justificantes de cómo el Estado cubano supuestamente patrocina el terrorismo.
Que las listas se muevan en dependencia de la administración que ocupe