La religiosidad católica en el mundo hispánico tiene en las procesiones de imágenes sacralizadas una expresión de piedad y de devoción arraigada en la larga duración histórica. Desde España hasta distintas regiones latinoamericanas, numerosas cofradías y hermandades han capitalizado el fervor popular mediante peregrinaciones públicas en Semana Santa, fiestas patronales o celebraciones marianas.
Cuba es un caso anómalo en cuanto al desarrollo de este tipo de festividades, pues el régimen castrista prohibió las concentraciones religiosas en la década de los sesenta del pasado siglo. Si bien fueron restauradas gradualmente después de la visita del papa Juan Pablo II, para ese entonces se había roto la tradición cultural e inmaterial que sostienen los actos sacros.
La reaparición de las procesiones religiosas en la Cuba comunista —al igual que las ocupaciones del espacio público en el régimen totalitario de Stalin— han pasado por el control y el veto del Partido Comunista. Particular atención merecen las peregrinaciones organizadas en las parroquias y comunidades cristinas integradas por sacerdotes, religiosas o laicos críticos. Esas peregrinaciones son ampliamente vigiladas por la Seguridad de Estado que recortan sus itinerarios o las prohíben.
Para entender los temores de la cúpula de poder en Cuba respecto a los actos de piedad popular, es preciso analizar la evolución histórica de la censura religiosa en dos períodos, la década de los sesenta y la actualidad.
Antecedentes
Entre 1959 y 1966, el país era escenario de un conflicto civil generado por los manejos autoritarios de Fidel Castro. Mediante un discurso populista, el líder político impuso en el país un régimen comunista que contó con la reprobación de la comunidad católica.
La Acción Católica y otras asociaciones religiosas constituyeron una fuerza motriz de la lucha antibatistiana. Frente a las simpatías iniciales de los obispos católicos, el clero y el laicado debido a los cambios sociales revolucionarios, sobrevino la frontalidad tras los procesos sumarios y los fusilamientos.
El acercamiento político de Fidel Castro con la Unión Soviética y la declaración del Estado comunista convirtió a la comunidad católica en un actor de disenso sociopolítico, lo cual se agudizó con la nacionalización de los colegios religiosos y el despojo de la nacionalidad de los universitarios exiliados.
El clima de tensión con el Gobierno revolucionario llegó a su máximo nivel el 8 de septiembre de 1961, cuando se suspendió la procesión de la Virgen de la Caridad que tendría lugar en el templo ubicado en la calle Salud y Manrique, en La Habana. La iglesia era tendida por el entonces obisp