Un famoso actor, Johnny Weismuller, quien fuera el Tarzán más popular al rodar 12 películas, irrumpió con dotes de campeón en las piscinas; y, por primera vez un negro, el estadounidense William DeHart Hubbard, en el salto de longitud, se hacía de la corona de laurel destinada a los vencedores. Un finlandés volador, Paavo Nurmi, devoró decenas de kilómetros hasta ceñirse cinco diademas doradas, dos de ellas capturadas con solo media hora de diferencia; y el creador, Pierre de Coubertín, se despidió físicamente de su obra.
Hace cien años, en los Juegos de la vii Olimpiada, justamente en París, donde a partir del próximo 26 de julio ese centenario no pasará por alto, se vivieron esas emociones. Entonces, los atletas tuvieron su primera villa, para descansar y confraternizar en un ágora mundial de sentimientos y tradiciones, aunque las muchachas estaban en otro recinto. También vieron la luz los logos de los Juegos Olímpicos, para que, desde ese momento, cada edición tuviera el suyo.
Este año se cumplirá, también, el centenario de los Juegos Olímpicos de Invierno, pues en París-1924, por primera vez, se realizó