La Habana, 16 may.- La elevada probabilidad de que un huracán impacte a Cuba durante la próxima temporada ciclónica pone de relieve las vulnerabilidades y los riesgos para la ciudadanía, las viviendas y la agricultura, así como las necesarias acciones de mitigación en un contexto económico muy desfavorable.
“Si con una lluvia intensa muchos edificios se derrumban, imagínese si pasa un huracán. Sería una tragedia. Cuando llueve aquí se filtran las paredes y me da miedo que el techo se venga abajo”, confesó Floraida Matos, una contadora jubilada residente en una añeja edificación de La Habana, al ser consultada por IPS.
Una de las principales vulnerabilidades de este país insular del Caribe ante fuertes precipitaciones, tornados y ciclones tropicales radica en el fondo habitacional, dado que un tercio de los cuatro millones de viviendas califican en regular y mal estado técnico constructivo.
En ciudades como La Habana, con 2,2 millones de habitantes, tras lluvias intensas es común la ocurrencia de derrumbes de inmuebles centenarios, sin reparaciones o trabajos de rehabilitación durante décadas.
También zonas bajas, tanto en la capital cubana como en otras localidades, quedan anegadas tras fuertes precipitaciones o inundaciones costeras debido a marejadas.
Varias urbes de la isla están urgidas de inversiones en nuevas obras de alcantarillado, sifones y canales de desagüe, porque “muchos están tupidos por incorrectas reparaciones de los viales, la poco sistemática limpieza de tragantes o por la basura y escombros acumulados en las calles”, indicó a IPS el ingeniero Alexis Núñez.
Residente en una zona baja en La Habana, Núñez recordó que parte de los sistemas de drenaje en la capital cubana “tienen más de 100 años y colapsan cuando llueve fuerte”.
La pérdida de cosechas y animales tras el impacto de un huracán de gran intensidad también supondría una alta vulnerabilidad para este país insular del Caribe, que importa anualmente de 70 % a 80 % de los alimentos que consume.
En medio de una profunda crisis económica, el gobierno de la isla confronta dificultades para importar alimentos, combustibles y otros insumos, debido a la escasez de divisas, obstáculos para acceder a créditos por el embargo estadounidense, así como por el alza de precios en el mercado internacional.
Para Idania Reyes, una trabajadora autónoma en La Habana, el actual contexto inflacionario y marcada depreciación de salarios y pensiones “hacen difícil comprar alimentos que no se echen a perder” como latas con cárnicos, huevos, galletas, jaleas y dulces.
Reyes apuntó a IPS que este tipo de alimentos se encuentra en los comercios privados y en tiendas estatales en divisas, “pero muy caros y no todas las personas, por sus bajos ingresos, pueden comprar una cantidad suficiente para pasar el ciclón y los días siguientes, debido a la falta de electricidad”.
Una pensión mínima en la isla equivale a unos cuatro dólares y el salario medio, poco más de 12 dólares, tomando como referencia el cambio en el mercado informal de divisas.