En Cuba viven hoy alrededor de 800 mil personas que reciben como ingreso no más de 1500 pesos al mes. Llevado a dólares estadounidenses considerando cualquiera de las tres tasas que se usan hoy en nuestro país, y dividiendo por los 30 días de un mes, nos daría respectivamente los siguientes valores:
- A la tasa de 25 cup por dólar: 2 usd/día.
- A la tasa de 120 cup por dólar: 0,41 usd/día.
- A la tasa de 395 cup por dólar: 0,12 usd/día.
Suponiendo una población estable en el país de 10 millones de habitantes, esas 800 mil personas equivalen al 8 % de la población.
La Organización de las Naciones Unidas estima que la línea de pobreza extrema se encuentra en 2,15 usd/día en términos de paridad del poder adquisitivo (PPA). Los resultados mostrados en los incisos a, b, c no están considerados en términos de PPA, por lo que debe tenerse en cuenta que existen diferencias. No obstante, es posible pensar que esas 800 mil personas están muy cerca o por debajo del límite considerado por Naciones Unidas.
No es para regodearme en “lo mal que estamos” que acudo a estas cifras. Lo he hecho solo para ilustrar cuán urgente es poner freno a la inflación, a su dinámica en espiral, que prácticamente se ha convertido en un galope desenfrenado.
Esa dinámica desbocada afecta a todos, es verdad; pero fundamentalmente a quienes tienen menores ingresos, a los jubilados, pensionados y a una buena parte de los asalariados.
La inflación y su dinámica se han convertido, además, en el enemigo número uno de la estabilidad de los negocios; de todos: de los estatales, de los privados y de los que mantienen en Cuba inversionistas extranjeros; porque genera incertidumbre en el futuro, con la consiguiente pérdida de confianza y retraimientos del comercio y la inversión.
Aunque la corriente más ortodoxa en economía sostenga que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario, parecen existir otras razones que explican al menos parte de el fenómeno.
En el caso de la economía cubana actual, muchos economistas han señalado entre sus causas no solo asuntos estrictamente monetarios, como pueden ser el incremento de la cantidad de dinero en circulación, una descontrolada emisión monetaria, etc. Mencionan, además, razones asociadas a la economía real que señalan causas estructurales del fenómeno, desde aquellas relacionadas con la debilidad de la oferta y la producción nacional, hasta las que tienen que ver con las expectativas de los operadores “informales”, alimentadas estas tanto por la incertidumbre en el futuro como por la posibilidad de lograr “pingües ganancias” aprovechando la oportunidad que ese mercado desestructurado les ofrece.
Hoy los tres grandes agentes de la economía —las familias, las empresas y el Estado— se encuentran atrapados y entrampados en ese fenómeno que es la inflación.
Sin duda la responsabilidad principal recae sobre esa misma autoridad monetaria que ha preferido —o no ha tenido más remedio que— dejar el mercado monetario en manos de esos operado