PARÍS, Francia. – Quien me habló de Ani Mestre fue Margarita Larrinaga. Ambas estudiaron juntas en el colegio del Sagrado Corazón de La Habana en la década de 1950 y a pesar de que viven muy lejos, la primera en Buenos Aires, la segunda en Madrid, se han mantenido en contacto durante todas estas seis décadas de exilio.
Enseguida supe que Ani era hija de Goar Mestre, un nombre que para los cubanos de hoy no debe significar mucho, pero que para los de la Cuba libre de ayer y conocedores de la historia de la Isla quiere decir mucho. Y es que Goar Mestre, junto a sus hermanos Abel y Luis, fue uno de los empresarios más prósperos de la Cuba de los años 1950, propietario de unas 25 empresas valoradas en más de 30 millones de dólares estadounidenses de la época, entre las que figuraban la publicitaria Mestre, Conill y Cia, la productora de alimentos Bestov Product, la fábrica de conservas Productos Alimentor de Cuba, la agencia Vaillant Motors S.A, el comercio de venta a plazos Televisión y Aire Acondicionado S.A, una planta procesadora de kenaf, la Compañía Farmacéutica Mestre S.A, el edificio Focsa en El Vedado, sin olvidar lo que en realidad hacía del consorcio familiar uno de los más prestigiosos de Cuba, el Circuito CMQ S.A, con los canales 6 y 7 de televisión y las radioemisoras Radio Reloj, Radio Universal, CMBF Onda Musical, e incluso el cine Radiocentro, que luego llamaron Yara. Todo un imperio que montó casi desde cero gracias a su talento como inversionista y que el castrismo se encargó de nacionalizar sin indemnizaciones en 1960. Y de desbaratarlo.
Ani Mestre vive desde hace 64 años en Argentina, y a pesar de todo el tiempo transcurrido y de haber llegado de niña a Buenos Aires, hace todo lo posible por mantener sus raíces cubanas y de inculcarlas a sus hijos y nietos. Va a presentar el próximo 13 de junio su último libro de poesía en Madrid y es una buena ocasión para que nos cuente todo lo que ha sido su vida desde que vio la luz en La Habana hace 73 años.
―Como a todos los entrevistados te va a tocar contarnos algo de tus orígenes familiares y de tus primeros años de vida en Cuba.
―Mi infancia fue, como se espera que sea cualquier infancia en el trópico, la más feliz de todas. Cuando veo la de mis hijos y nietos en un país donde el invierno es rudo, me digo que fue un auténtico privilegio y una bendición haber nacido en Cuba y poder corretear descalza el año entero por las playas y jardines, sin preocuparnos de que pronto el invierno llegaría.
Nací en La Habana en 1950. Mi padre, Goar Mestre Espinosa, nació en Santiago de Cuba, en 1912, hijo también de santiagueros que decidieron ponerle ese nombre poco corriente y que corresponde al de un santo germánico nacido a orillas del río Rhin. Mi abuelo paterno, Luis Mestre Díaz, tenía la droguería Mestre y Espinosa, muy próspera en Santiago de Cuba, que era a su vez distribuidora de medicamentos en toda la Isla. Había comenzado con una farmacia en el pueblo oriental de Palma Soriano. Mi abuela Mercedes Espinosa era hija de Prisciliano Espinosa, quien había sido alcalde de Santiago de Cuba y socio de su yerno. No los conocí pues fallecieron antes de mi nacimiento, pero tuve una abuela de sustitución, Esperanza Espinosa de Fiol, hermana de mi abuela paterna, que ocupó el lugar de la madre de mi padre. Esperanza escribía poesía y creo que debo a ella la influencia en este ámbito.
Mi madre, Alicia Martín Ortalda, era argentina. Y como muchos argentinos, hija de un español y de una italiana. A mis abuelos maternos no los vi mucho antes de los 10 años de edad, pues vivimos en Cuba hasta 1960 y ellos estaban en Buenos Aires. Fue así como se conocieron y como comenzó el noviazgo, aunque mi padre decidió dejar de trabajar para la empresa estadounidense y regresar a Cuba para fundar una representación de marcas en la Isla. La primera fue la marca Kresto que fabricaba chocolate en polvo que empezó a fabricarse en el país, aunque otras que él también representó luego solo se envasaban como algunos productos de Kolynos, Jello, Gerber Foods, etc. Mi padre había estudiado Business Administration en la Universidad de Yale y era la razón por la que lo habían enviado a la capital argentina.
―¿Fue entonces, después de casarse con su novia argentina, que Goar Mestre empezó en el giro de los medios de comunicación?
―Mi padre fue un visionario que descubrió el marketing antes de que esta disciplina se estudiara y desarrollara. En un momento de su vida se dio cuenta de que la mayoría de los anuncios que pasaban en la radio cubana era él quien los pagaba para dar publicidad a los productos que distribuía. Fue el empresario mexicano Emilio Azcárraga Milmo, el futuro propietario de Televisa, quien le sugirió en 1943, durante una visita de mi padre a México, que comprara CMQ Radio. Cuando le dijo que no estaba a la venta, Azcárraga le dijo que todo estaba en venta, que hiciera una oferta y que él mismo se convertiría en su asociado poniendo parte del dinero. Todo esto antes de descubrir, durante un viaje a Estados Unidos, el invento de la televisión, de la que también fue un precursor en Cuba.
Cuando mi padre regresó a Cuba desde Argentina estuvo como dos años sin volver a ver a mi madre, al cabo de los cuales, ella viajó a Nueva York, pues había postulado como profesora para enseñar en la Universidad Vassar, y había obtenido el puesto. Hizo la travesía en barco Buenos Aires-Nueva Orleans, y antes de terminar en Nueva York, se encontró con Goar en La Habana y juntos fueron a Santiago de Cuba invitados por mi abuela, el 2 de septiembre de 1939, el mismo día en que estalló la Segunda Guerra Mundial. Mi madre se enamoró de Cuba y poco después, en junio de 1940, se casó con mi padre.
―¿Qué recuerdos tienes de tus 10 años de vida en Cuba?
―Vivíamos en la avenida 21, entre 150 y 160 del Country Club o reparto Biltmore. Nuestra casa y la de mis tíos Abel y Luis colindaban y se comunicaban por detrás, a través de los jardines. Estudié en el colegio del Sagrado Corazón que quedaba en lo que después se convirtió en la Escuela de Medicina, en ese mismo reparto. Como es lógico, habiendo salido de a los 10 años de edad y viviendo el resto de mi vida en Argentina uno de mis problemas era el de mi identidad, pues como decía Facundo Cabral no era ni de aquí ni de allá. Ese problema pude resolverlo después, regresando a la Isla de visita, y descubriendo que finalmente era de los dos lados. Y algo que ahora digo con tanta facilidad, me costó en realidad años solucionarlo.
―¿En qué momento tus padres deciden que tienen que dejar la Isla y exiliarse?
―Como mi madre era argentina, el problema de a dónde ir estaba resuelto. Nuestra salida fue traumática porque en realidad tuvimos que huir prácticamente. En la cadena CMQ el periodista Luis Conte Agüero, que animaba un programa de actualidad política, había pedido a mi padre y sus hermanos los micrófonos para desenmascarar el giro ideológico que estaba tomando el Gobierno. Eso sucedió a finales marzo de 1960, y los Mestre aceptaron pues, en definitiva, sospechaban que poco tiempo les quedaba sin que les confiscaran el circuito de radio y televisión. Sucedió que las turbas de manifestantes contra Conte Agüero bloquearon los accesos a la emisora y este tuvo que leer su carta dirigida a Fidel Castro en otra emisora. Pero la suerte estaba echada, y a sabiendas de que una orden de arresto contra él no tardaría en llegar, mi padre decidió escapar de la Isla junto a mis dos hermanos, Roberto y Eduardo, el 25 de marzo, antes de que fu