A 31 años de haber salido de las aulas para lidiar, día tras día, con las enfermedades, el dolor y hasta con la muerte, el enfermero Noel Hernández Roque no lo duda: «Si tuviera la posibilidad de echar el tiempo atrás y volver a empezar de cero, escogería este mismo camino».
En su larga trayectoria profesional ha cambiado de servicio varias veces; ha cumplido misiones internacionalistas en América Latina, África, Asia y Europa; ha sufrido y ha tenido que endurecerse ante paisajes dantescos, como aquel que dejó el terremoto en Haití, con las morgues repletas de cadáveres y los camiones cargados de cuerpos para darles sepultura en una fosa común.
«He visto cosas muy duras», dice. Sin embargo, asegura que también ha tenido muchos momentos gratificantes, de personas que han recuperado su salud y le han agradecido, de la vida triunfando sobre la muerte, y eso, para Noel, tiene un valor incalculable.
Cuenta que se hizo enfermero por vocación: «Yo estudié esto porque es lo que me gusta», y que lo hizo siguiendo el ejemplo de su mamá, que no era trabajadora de Salud Pública, pero conocía de hierbas medicinales y tenía el don de curar, allá donde transcurrió su infancia, en la zona de La Sabana, en el municipio pinareño de San Juan y Martínez.
«Yo veía que le traían niños y personas adultas para que los santiguara, les pasara la mano. Eso me fue despertando la curiosidad y la admiración de saber que mi mamá hacía el bien, y se convirtió en un ejemplo para seguir».
Con diplomados en cuidados intensivos, urgencias y emergencias médicas, y unidades quirúrgicas, ha trabajado en las salas de Medicina Interna, Recuperación, el Salón de operaciones convencional y el de Oftalmología, en el Hospital General Docente Abel Santamaría, de la ciudad de Pinar del Río.
Como parte de la brigada Henry Reeve, ha laborado también en Haití, Vene