Michel Mirabal es uno de los cubanos más conocidos internacionalmente en el campo de las artes visuales y lo persigue la polémica, o viceversa. Museos y galerías de Alemania, Francia, España, Israel o China se interesan por su obra.
Por su «Finca Calunga» han pasado reyes, embajadores y artistas de enorme prestigio. Ese lugar es su orgullo y desde allí apoya distintos proyectos comunitarios, asimismo todos los años dona un contenedor de medicinas e insumos médicos valorados en cientos de miles de euros, con el apoyo de instituciones hospitalarias de muchas partes del mundo y algunos clientes. Tal vez por eso lo tildan de «comunista». ¿Realmente lo es?
Vive en Cuba y asegura que a pesar de su fama no recibe «beneficios» del Estado. Se le acusa de ser «agente de la dictadura castrista» por salir en televisión nacional, pero si comparte con el autor de «Nuestro día (Ya viene llegando)», el grupo contrario lo silencia. Ese tipo de «equilibrio político» no le cae bien a todos.
Los artistas pasan por épocas distintas en sus modos y estados de creación. Ahora mismo, ¿cómo te sientes?, ¿qué te motiva?
Es cierto que la motivación es relativa en varias épocas. En mi caso, casi desde el principio de mi carrera me motivó la sociedad en general, sus inconformidades y aún es mi esencia a la hora de trabajar. Desde mi primera serie, que fue la de las manos y por la que me di a conocer en el mundo de la plástica, los problemas de las sociedades en general han sido los puntos a tratar en mis obras. Últimamente las migraciones me han movido el piso, aunque ya las había tratado en otros momentos.
Para unos eres «el agente de la dictadura castrista», para otros un «eterno inconforme». Se te ve compartiendo con Willy Chirino ―músico prohibido en la Isla―, apoyando las recientes manifestaciones en Cuba. ¿Acaso existe una intención en demostrar que no perteneces a una sola orilla exclusivamente?
Me resulta muy gracioso cada vez que sale alguien diciendo este tipo de cosas: «que soy agente de la Seguridad del Estado cubano». A mí realmente me gustaría mucho que además de decirlo con la vehemencia que lo dicen, expusieran las pruebas que sustenten sus palabras y la lógica indicaría que, si esos influencers tienen respeto por su audiencia, si afirman que lo soy, deberían exponer las pruebas. Igualmente, si la audiencia que los sigue fuera medianamente consciente de cómo debe ser esta relación periodismo-pruebas, las exigiesen, pero no es así.
Yo entiendo las limitaciones que existen en todos los flancos de este asunto. Es un negocio lucrativo, que ejercitan muchas personas con escasa preparación y nulo rigor periodístico. Son personas que han comprendido que en un país donde no existe transparencia y donde la investigación de modo independiente es prohibida, y en otros donde el público ni siquiera se toma la molestia de usar información que es pública, suele ser muy fácil decir lo que uno cree y que esto genere un lucro, si tienes miles que te siguen. Si es una persona influyente, que sabe que tiene su público, pues le van a creer la inmensa mayoría de las cosas que dicen.
En un país donde no existe transparencia suele ser muy fácil decir lo que uno cree y que esto genere un lucro.
Y no sucede así ahora con los influencers. Algunos solo reproducen un método aprendido durante años. ¿O no son así las mayorías de los políticos en el mundo? Prometen y no cumplen, pero el pueblo les cree. Así funcionan los medios en los países donde la información está controlada por intereses. Hay varias generaciones de cubanos que han nacido, se han criado y se han muerto creyendo que lo que dice otro más «encumbrado» es la verdad más absoluta, y ese lastre de la ignorancia nos ha llegado hasta la actualidad. A todos.
¿Cuántas veces tú no has compartido en las redes sociales algo que viste sin tomarte la molestia de investigar si es verdad porque digamos, lo dijo CNN? Mucha de esa desinformación que a veces surge de fuentes primarias, es luego mal elaborada, mal procesada y mal dicha. Por ende, a veces puede ser demandable y ni la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos lo salvaría. Yo soy un artista y no estoy afiliado al credo político que llaman «comunista». Tampoco represento al gobierno con mi arte y sí a su gente dondequiera que ellos estén, aunque me han manipulado. Para todo lo demás que digan, la falta de pruebas es absoluta.
Cuántas veces tú no has compartido en las redes sociales algo que viste sin tomarte la molestia de investiga.
En el caso de Willy, siempre lo he admirado tanto a él en lo personal como a su música. Tuve la oportunidad de decirle que para mí no existía un cubano tan cubano como él, a pesar de estar fuera de su patria desde hace tanto tiempo. En esa ocasión, por estar juntos, por la foto que nos tomamos juntos, algunos medios hicieron una mala crítica. No pocos internautas lo atacaron y hasta pusieron en duda su activismo y su pens