De paso por la Ciudad de México, unos amigos me extendieron una invitación irresistible: navegar por los canales de Xochimilco a bordo de las emblemáticas trajineras. Era buen plan sumergirse en ese oasis de calma y tranquilidad, escapando del bullicio urbano.
Xochimilco, cuyo nombre en náhuatl significa “campo de flores”, se erige como un monumento a su pasado, con antiguos canales pluviales de hace más de cinco siglos. Los canales, una vez parte integral de un vasto sistema lacustre, ahora constituyen una de las atracciones turísticas de la capital mexicana. Tienen su origen en la construcción de chinampas en el lago Xochimilco durante la época prehispánica, destinadas principalmente a actividades agrícolas. Formadas como islas artificiales, las chinampas fueron utilizadas para el cultivo de productos alimenticios, aprovechando la fertilidad de las tierras lacustres.
Las trajineras, coloridas embarcaciones, con sus evocadores nombres y su diseño único, no son simples botes, sino auténticos testigos vivientes de la historia y la vibrante cultura del lugar. Además, son las protagonistas indiscutibles de este paisaje.
Así ha sido desde los albores de la historia de Xochimilco, desde su fundación en 1352 por una de las siete tribus nahuatlacas, hasta la llegada de los españoles en 1519.
El relato de Motolinía, un misionero franciscano que fue testigo presencial de la llegada de los conquistadores a la cuenca de México en 1519, ofrece una visión fascinante de la vida en esa época y del papel fundamental que desempeñaban las canoas en la región, mucho antes de que las llamaran “trajineras”.
Según sus observaciones, la cuenca de México estaba poblada por una red de botes, con alrededor de 80 mil de estas embarcaciones surcando los canales diariamente. La cantidad de canoas —o acaltin, como se les llamaba— reflejaba la importancia del transporte acuático en la vida cotidiana de las comunidades que habitaban las orillas de los lagos y lagunas de la zona.
Motolinía describe cómo estas canoas tenían una variedad de funciones, desde transportar familias hasta mercancías y suministros a lo largo de los canales. Desempeñaban un papel crucial en el comercio y la economía de la región, al conectar pueblos y ciudades a lo largo de la cuenca de México. Su versatilidad y adaptabilidad les permitían navegar tanto por los canales como por las calles inundadas durante las épocas de lluvia, reflejo la ingeniería y la destreza técnica de quienes las construían y utilizaban.
Así, las canoas evolucionaron hasta convertirse en las trajineras, embarcaciones peculiares de fondo plano construidas con tablones de madera. El término “trajinera” deriva de “trajín”, ya que solían transportar mercancías desde Xochimilco hasta la Ciudad de México.
En la segunda mitad del siglo XIX los paseos en trajineras se convirtieron en la actividad predilecta entre los catrines, una denominación para los hombres elegantes. Durante esta época se introdujo la tradición de nombrar cada una de las embarcaciones, solicitad