Ya lo apunté una vez: Roberto González, más que un excelente pintor —lo que resulta evidente—, es un pensador profundo y un insuperable creador de metáforas.
Unos discurren mientras caminan; otros, en los minutos que anteceden, cada noche, al sueño; los hay que se apartan “del mundanal ruido” para cavilar “profesionalmente”, para tratar de explicar el mundo en sus complejas relaciones, y de ahí salen teorías buenas o malas, cuerpos categoriales, entramados de concepciones filosóficas que, en ocasiones, lejos de iluminar proveen de mayor oscuridad a los misterios eternos.
Roberto piensa mientras pinta. Y, en consecuencia, hay una identidad de hierro entre sus ideas y sus obras. He visto con detenimiento su trabajo, y aun las piezas que más tengo a la mano, en libros y catálogos, siempre me hacen descubrir un elemento nuevo, un alarde compositivo que no había advertido, relaciones inéditas para mí entre los varios sujetos que pueden ser representados en las piezas.
La pintura de este artista, una vez dada por concluida por él, sigue moviéndose, sigue interrogándonos con su sesgo mordazmente solidario.
Él es un hombre que, como cualquier padre de familia de esta tierra y este plazo, vive inmerso en la desgastante cotidianidad, pero aun así conserva un espacio, lo que lo hace un artista de calibre, para el asombro. No se deja ganar por el desaliento. Participa, con su rigor y su mirada comprometida, en el debate de la actualidad desde su ángulo de creador visual. Hombre llano, solidario y risueño, se tiene como un trabajador más. Oye más de lo que habla. Y ve tanto como mira.
En 1993 se graduó de Diseño gráfico. Tiene en su haber 16 muestras personales y numerosas colectivas de artistas cubanos. En solitario ha expuesto en Cuba, Perú, Alemania, Holanda, Puerto Rico, México y Estados Unidos. Sus más recientes exposiciones en solitario son: El muro (2019), Galería Carmen Montilla, La Habana; Identidad (2014), Galería Enlace Arte Contemporáneo, Lima, Perú, y Hombre al agua (2014), en el mismo país y galería de la anterior.
Piezas suyas han sido puestas a subasta por Sotheby’s (Nueva York, 2005 y 2007); y Christie’s (París, 2004).
Tienes estudios de diseño industrial. ¿Cómo derivas hacia las artes plásticas? ¿Es tu formación en este campo totalmente autodidacta? ¿Quiénes han contribuido a tu desarrollo como pintor?
Estudié en el Instituto de Diseño Industrial, especialidad en Diseño Gráfico. Y no derivé hacia las artes plásticas después: ese fue siempre el objetivo. Estudié Diseño como una segunda opción, de lo cual no me arrepiento ni un poquito; al contrario. Antes había hecho los exámenes para San Alejandro. Aprobé dibujo, pero al siguiente día me pusieron a hacer un collage. En aquel momento mi nivel cultural no me permitía ni tan siquiera saber el significado de la palabra. Así que no supe qué me estaban pidiendo, y me fui. Luego me enteré de que se estaban haciendo pruebas en la escuela de diseño, y decidí intentarlo.
De alguna manera considero que mi formación en las artes plásticas es autodidacta, aunque no del todo. El diseño me dio muchas herramientas, conocí leyes y reglas, además del aspecto cultural. Ahí se hacía todo a mano, de corta y clava, y eso te da oficio. La computación apenas se estaba desarrollando por aquellos años; en cuanto a la técnica, en parte la aprendí solo. Y aún sigo aprendiendo. Por otra parte, me ayudó mucho el profesor de dibujo. Él daba dibujo a lápiz en la escuela, pero luego yo me iba a su casa y él y su esposa, también profesora de allí, me familiarizaron con otras técnicas, como el óleo, la acuarela, la plumilla…
Después de graduarme estuve unos años haciendo sellos para Coprefil. Ahí choqué con la tempera y con la disciplina a la hora de trabajar. Pero lo que quería era ser pintor. Por eso colgué los guantes con el diseño, aunque contribuyó a mi formación.
Las obras tuyas que conozco, de una u otra forma comentan aspectos de nuestra realidad. Son piezas de muy buena factura en las que la crudeza del contenido colisiona con la belleza de la forma. ¿Es un efecto buscado?
Sí, es un efecto buscado, aunque a veces me sale solo. Siempre trato de decir las cosas de una manera poética, que enamore, aunque sea un contenido desgarrante.
¿Conoces lo que quieres expresar desde un inicio con cada obra en cuestión, o eso del “mensaje” va emanando de la práctica misma sobre la superficie?
Aunque soy un pintor bastante intuitivo, la mayoría de las veces tengo claro lo que quiero expresar. Después viene el proceso creativo de encontrar la forma y la imagen con la que quiero proyectar la idea. Otras veces es la imagen la que me sugiere una idea, pero nunca la idea o el mensaje surgen por el camino m