Realizan paros y protestas contra medidas de Gobierno argentino. Foto: PL.
Cuando la palabra es apropiada por quien la usa, sin conocer sus luces y sus fuegos, deja de ser lo que era cuando tenía su propia música. En este mundo cada vez más caótico violento y deshumanizado, se da voz y palabra a los que utilizan el caos para encubrir los saqueos; al violento para sembrar el miedo, mientras se apaga el sonido universal y único al mensaje esperado de la paz y para esto se necesita apagar y desaparecer la cultura de los pueblos.
En tiempos en que la palabra es manipulada, encerrada en los campos de concentración del pensamiento, especialmente el creativo y crítico, debemos abandonar la defensiva y darle auténtica vida a la palabra resistencia.
No podemos aceptar que nos impidan percibir el sonido, la sonoridad de las palabras que nos renacen en forma permanente y encienden las luces de todas las asociaciones que el universo nos permite.
No puedo evitar pensar cómo y cuándo apareció el primer sonido gutural del hombre en las cavernas, y en las primeras palabras que se tejieron como se teje un telar. Es imposible imaginarlos, como imaginar que vivimos en el planeta Tierra simplemente mantenidos sobre el globo terráqueo gracias a la ley de gravedad. De lo contrario, estaríamos flotando en el universo, como si nadáramos en el mar.
Pero no son tiempos de disquisiciones cuando tenemos que reflexionar e ir al rescate de las palabras saqueadas, como nos saquean los recursos naturales, como saquean la naturaleza, como intentan desaparecer nuestras culturas para que mediocres amorales puedan acumular fortunas, los mismos para quienes las palabras moral, amor, solidaridad, libertad, paz e igualdad no existen.
“Escribir es un oficio, un arduo trabajo metódico” que es necesario “para pulir las palabras como piedras hasta llegar a la belleza”, recordó alguna vez el ahora largamente ausente poeta Zito Lema.
Pulir la palabra, embellecerla, es algo a lo que debemos regresar en estos tiempos, porque eso nos lleva a resistir la desaparición de nuestras culturas milenarias, paridoras de voces y distintas lenguas.
La palabra también mata
Son tiempos estos de entender que la palabra también mata y es utilizada para esconder al mundo crímenes brutales bajo envolturas de mensajes muy bien calculados.
Las palabras son claves en diseños de guerras reales y cibernéticas, con comandos especializados, con criminales atípicos, que no llevan armas sino discursos mediáticos, tan destructivos como un misil.
Los generales mediáticos y sus soldados, bien pagados y alimen