En enero de 2019 un devastador tornado azoló algunas zonas de La Habana. Horas después, muchas personas removimos escombros con nuestras propias manos, otras organizaron donde había algún espacio disponible, la recepción y distribución de donaciones. La sociedad civil se movilizó de manera espontánea, en tensa coordinación con el gobierno, para ayudar, acompañar, resarcir y empujar las soluciones posibles frente a aquella calamidad.
Eventos climatológicos y de otros tipos se han sucedido de manera reciente, y la respuesta es similar: ayudar a quienes lo necesitan sin más premio que el placer de servir y el gusto de estar ahí donde se es útil.
La gente sale al barrio para limpiar el desastre después de un ciclón. En las ciudades se moviliza la recogida de donaciones para enviar a los lugares afectados. Grupos diversos coordinan esfuerzos para ayudar. El período de la covid dejó abundantes ejemplos de voluntariedad. ¿Podemos catalogar estas experiencias como trabajo voluntario?
Pongamos por caso, bastante recurrente, cuando las personas que laboran en una institución X se organizan para ayudar a algún compañero o compañera a «tirar una placa» en su casa, o para hacer una «mudada». ¿Podemos catalogar estas experiencias como trabajo voluntario?
¿Acaso esta figura refiere solo a la convocatoria que hace la Central de Trabajadores de Cuba a las campañas de recogida de productos agrícolas, de materias primas, o la higienización programada contra algún vector? ¿Son procesos distintos? ¿Tienen puntos de confluencia? ¿Son dimensiones de un mismo fenómeno?
La figura del trabajo voluntario nos ha acompañado durante mucho tiempo. Diversos son, también, los significados que ha dejado en el camino: amplitud cultural o distorsión burocrática; voluntad u obligación; motivación o tedio; emulación o meritocracia; empuje productivo o ineficiencia; conciencia o consigna, espontaneidad u orientación…
La primera conclusión es que no es un tema monocromático, porta matices que, en su conjunto, permiten un acercamiento más certero. Con ese fin, dejo acá algunas notas para la reflexión, el debate y la resignificación del trabajo voluntario al interior de la sociedad cubana en general, y del proyecto social en particular.
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La idea de lo voluntario no es privativa del proceso revolucionario cubano en concreto, ni del ideario socialista en amplitud. Tiene mucho dato y variación a largo de la historia y de la geografía.
Asumido de una manera básica, el voluntariado —o personas que quieren ayudar— es una labor social, en beneficio de la comunidad, facilita el acceso a bienes y servicios para quienes lo necesitan. Es, en esencia, una labor no mercantil, y por tanto, no remunerada. Tiene carácter solidario y altruista, por lo que no implica deber jurídico u obligación personal, sino una decisión propia y libre.
Desde la Edad Media hay reportes de hospitales sin fines de lucro para apoyar a personas necesitadas. Era la Iglesia la que organizaba esta práctica, más de carácter asistencial/caritativo. Con el advenimiento de la modernidad también se desarrollaron muchas formas de voluntariado. Es en la década del 60 del pasado siglo que se sucede un boom de organizaciones internacionales que coordinan actividades voluntarias en diversos ámbitos y sectores, sin conexión (aparente) con iglesias o grupos políticos.
Más allá de cómo se organizara y qué instituciones o fuerzas políticas lo hicieran en una u otra época, el voluntariado es consustancial a la vida en comunidad, a la condición gregaria del ser huma