Cuatro de la tarde de un domingo igual a todos los domingos en el Parque de los Mártires, en Infanta y San Lázaro. El sol del trópico que no perdona y el banco con la mejor sombra ocupado por los bebedores habituales. No importa. Camino hasta allí fingiendo que no los veo y me siento a una distancia, creo yo, prudencial.
Se sabe que estos eventos nunca empiezan en hora, o más bien, empiezan a la hora de Cuba, que puede ser lo mismo 15 o 45 minutos después. El cartel decía «desde las 4:00PM». También decía: «Encuentro en solidaridad con Palestina y en condena del genocidio. Lleva tu bandera, kufiya o cualquier símbolo de resistencia Palestina. No dejemos de hablar sobre Palestina».
A mi lado, los bebedores habituales observan al grupo de muchachos que está colocando banderas en el parque y comienzan a lanzar observaciones:
—¿Y estos quiénes son? ¿Y ahora qué van a formar aquí? ¿Una protesta?
—Seguro son universitarios. Eso debe ser por lo de la guerra de Israel y Palestina; mira las banderas.
—Yo no sé de dónde es esa bandera. ¿Y Cuba a quién le va?
—¿Cómo que a quién le va, chico? Eso no es un partido de fútbol. Eso es en serio. Los de Israel han matado a un bulto de gente en Gaza. Eso es una barbaridad. ¿No es verdad, niña?
La distancia que había creído prudencial se esfumó cuando asentí a esa pregunta, que ya me hizo parte de la conversación con Osmani y Emel.
—Mira aquel pintando el piso. Eso no se puede hacer aquí. Niña, dile a tus amigos que mejor no hagan eso o les van a llamar a la policía.
—Déjalos, por lo menos están haciendo algo por los demás —les dije—. Si nosotros estamos en candela aquí, esa gente está diez veces peor allá. Ellos sí están jodíos.
—Jodío estoy yo que lo único que tengo pa comer hoy es un tabaco. ¿Tú tienes ahí con qué encender?
—No.
—Coño, compadre. Bueno, pasa la copa.
Empieza a llegar un poco de gente: un muchacho delgado en su bici; otros tres con pañuelos blanquinegros en el cuello; uno con pulóver blanco donde imprimieron la silueta de una mujer musulmana. Este último se acerca a un muchacho que está pegando carteles en el muro del parque y le pregunta cuándo empieza el evento.
«Ya empezó», le responde Raymar Aguado. «El evento es esto. Ahora vamos a explicar de qué va la cosa». Me acerco yo también para escuchar lo que dice Raymar:
«Este encuentro lo organizamos un grupo de amigos para otro grupo de amigos que están en Gaza. Es por ellos. Nosotros sentimos que el tratamiento desde los medios oficiales no es suficiente y pensamos en formas más directas de ayudar a la gente que está allá bajo las bombas. Y para eso usamos los medios que tenemos desde Cuba, que son las redes sociales; y también creemos en usar el espacio público para visibilizar este tema porque corremos el riesgo de pensar que todo eso solo pasa en las pantallas.
La información que pusimos hoy aquí puede ayudar a salvar la vida de estas tres familias para las que hemos creado un crowdfunding con el objetivo de reunir el dinero suficiente para sacarlos de allí».
A la voz de Raymar Aguado se suma la de Roberto Ramos Mori para explicar las complejidades de la tarea que se han propuesto:
«Esto es una carrera contra reloj porque el riesgo de que esas personas mueran es real. De hecho, ya sucedió. Ya perdimos a uno de los amigos para los que estábamos haciendo la campaña. El mismo doctor Refaat Alathamna estuvo cerca de morir cuando una bomba le cayó a solo unos metros mientras estaba dando una entrevista en vivo.
Nosotros estamos compartiendo el contenido directamente desde las cuentas de quienes están dentro de Gaza y les pedimos que nos sigan, sobre todo en Instagram, para que ayuden a visibilizar sus historias y nuestro crowdfunding. También tenemos que estar preparados para que en cualquier momento nos tumben la campaña porque como sabemos, hacer todo desde Cuba es un riesgo y una complicación.
En las plataformas de Meta hay una censura enorme a la realidad de los palestinos, por eso buscamos la manera de que sean una herramienta de resistencia y ahora de rescate al menos para estas familias.
Hay casos que se le han colado al algoritmo con pura creatividad, como el de los parkouristas palestinos o el del equipo de ciclismo paralímpico, que han pegado reels virales sin tener que dar la misma imagen del terror. Hay que usar la imaginación para subvertir ese sistema de desinformación».
Puede que no lleguen a veinte personas las que se reunieron este domingo a las cuatro de la tarde (hora de Cuba) en el Parque de los Mártires… pero pueden ser muchas las que se sumen para visibilizar la campaña coordinada por este grupo en sus redes.
Conversaciones, unos cuantos cigarros, media botella de Chanceler y un paquete de galletas después, algunos muchachos se fueron. Esos no se enteraron de que la previsión de Emel, uno de los bebedores habituales, se materializó: llegó una patrulla. Dos oficiales se acercaron al grupo y preguntaron quién estaba al frente de la actividad. Raymar se adelantó y conversó con ellos. Les explicó el objetivo del encuentro… y también de dónde eran las banderas que colgaron en el lugar. Minutos después los oficiales se retiraron y el grupo siguió conversando y fumando en las escaleras del parque.
Busqué a Emel para comentarle el acierto de su previsión pero ya no estaba en el banco con la mejor sombra. Me lo imaginé bajando por San Lázaro, pidiéndole el trago a Osmani, ahora un poquito más pendiente, quizá, de la gente en Palestina.