Muchos cubanos y, en particular, habaneros, tienen una llamativa y temeraria costumbre. En vez de caminar por las aceras, como se supone que debe ser, prefieren hacerlo por la calle.
Incluso, por el medio de la calle.
No ocurre en todos los lugares, claro está. Es un fenómeno más habitual en las calles estrechas y concurridas de los centros urbanos, que en las avenidas amplias y de mucho tráfico. También en los repartos y zonas no muy céntricas, donde casi todo parece permitido.
Los audaces o irresponsables caminantes, mientras más audaces o irresponsables, mayor es el desafío que resultan para los choferes. Y un peligro para sí mismos.
Sin embargo, no se trata solo de temeridad o de ser irresponsables. No siempre.
A veces caminar por el medio de la calle en Cuba es fruto de la necesidad. O, por paradójico que suene, de la precaución.
En no pocas ocasiones las aceras son muy estrechas o inexistentes. O están en mal estado. O están obstruidas por basura, escombros, pertenencias de vecinos y hasta mesas de dominó. Si es de noche, la falta de iluminación puede sumarse a las razones que hacen aconsejable emprender el camino de la calle.
Algunos restaurantes en lugares como La Habana Vieja han sido autorizados a ocupar con sus mesas las aceras y parte de calles no transitadas por autos.
Y en no pocas zonas la ausencia de parques y terrenos deportivos lleva a los niños y a adolescentes a convertir las calles en sui generis campos de fútbol, de pelota, o de cualquier otro juego infantil.
Por las calles transitan los vendedores ambulantes, que suelen atender a sus clientes ahí mismo, sin subir a la acera; en caso de que exista y esté despejada.
Lo mismo pasa con los socorridos —y careros— “carretilleros”, y sus puestos móviles de viandas y hortalizas. Y hasta con tiendas, establecimientos y quioscos estatales, cuyas colas se organizan en plena calle.
Caminar por la vía destinada al tránsito de vehículos puede ser incluso sensato, recomendable, al menos en zonas en las que los edificios circundantes no están en las mejores condiciones.
Puede incluso que muchos no lo hagan a conciencia, pero su aparente irresponsabilidad podría prevenir males mayores, como tener la mala suerte de quedar debajo del desprendimiento de un pedazo de techo o balcón. Lamentablemente, ha sucedido en la capital cubana.
En Cuba, en La Habana, hay calles solo para peatones. Calles cerradas a los autos y otros vehículos, en las que —ahí sí— los viandantes pueden, en teoría, caminar con tranquilidad y sin temor. Pero, cuidado, porque entonces un ciclista o un chofer imprudente puede convertirse en un peligro o, al menos, un susto inesperado.
Cosas de los cubanos.