Los centros educativos deberían ser espacios que promuevan la seguridad y el bienestar físico y emocional de niños, niñas, adolescentes, jóvenes y todos los estudiantes en general. Sin embargo, la inobservancia de algunas conductas que constituyen violencias de género, específicamente, el acoso sexual, pueden opacar esa mirada feliz de las instituciones escolares y provocar daños profundos a las víctimas.
El Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe define el acoso sexual como «cualquier avance sexual no deseado, peticiones de favores sexuales, conductas físicas o verbales o gestos de carácter sexual o cualquier otro comportamiento de naturaleza sexual que pueda ser razonablemente percibido como ofensivo o humillante por quien se ve afectado». En muchos de los casos, ni la víctima ni quienes la rodean reconocen el acoso sexual, debido a que estas conductas llevan mucho tiempo naturalizadas en nuestra cultura.
La escuela cubana es reflejo del modelo hegemónico patriarcal que predomina en la sociedad. Reproducir estereotipos, patrones sexistas o conductas que pueden ser tildadas por los profesores o la propia familia, como inocentes o poco preocupantes, pueden desencadenar en hechos y comportamientos más graves en el futuro.
Una investigación reciente sobre casos de abusos sexuales ocurridos en la Escuela Internacional de Cine y Televisión emplaza a dicha institución y sus directivos. Mientras, la respuesta de la EICTV señaló: «Estamos aprendiendo a enfrentar estas situaciones. Es sanador abordarlas de manera honesta. Aún de buena fe, nos equivocamos».
La disculpa nunca será s