La primera vez que escuché la canción, dentro de una obra de teatro, no sabía quién la había compuesto ni cómo se llamaba, pero me conmovió profundamente.
Pasaron los días, y no me abandonaban ni la melodía ni algunas palabras sueltas. Indagué con obstinación. Desde entonces Sombras en la pared, de Carlos Varela, es una de las recurrentes en mi lista de reproducción:
Un nuevo día va a empezar / Me besas y aparece el sol / La gente sale a trabajar / Mientras hacemos el amor. / Y a contraluz por el cristal / Se ve tu sombra en la pared / Pintada en la claridad.
La sombra como metáfora de lo perenne.
Y cuando en la calle anochece / Solo me queda en la pared / Tu sombra volando / En la oscuridad.
La sombra como nostalgia… pero también como divertimento, cuando mis hijos adivinan entre la penumbra qué animal representamos: el perro, el majá, el dragón. Asombro infantil ante la propia figura magnificada en la pared de la sala; o en