HARRISONBURG, Estados Unidos. – Cuando se habla de poesía negra en Cuba muchos piensan en Nicolás Guillén como el iniciador de esa corriente literaria, pero es a Ramón Guirao a quien corresponde ese mérito.
A pesar de ser hijo de inmigrantes españoles, Guirao confirmó tempranamente su cubanidad cuando con solo 20 años publicó en el suplemento literario del Diario de la Marina su poema La bailadora de rumba, primero de tema negro publicado en Cuba, lo cual basta para que ocupe un lugar señalado en la historia de nuestra cultura.
Entre todas las artes, la música siempre ha desempeñado un papel fundamental en la formación de la cubanidad, un proceso que no alcanzaría madurez definitiva hasta disfrutar de una ciudadanía plena. Dentro de los abundantes géneros musicales cubanos, la rumba, surgida en el siglo XIX e inscrita en noviembre de 2016 en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, elaborada por la UNESCO, se caracteriza por patrones rítmicos donde los bailadores mueven frenéticamente pelvis y caderas al son de los instrumentos de percusión.
Baile sensual, la rumba se apoderó de la imaginación poética de Ramón Guirao, quien permeado por sus sonoridades escribió su famoso poema:
Bailadora de guaguancó,
piel negra,
tersura de bongó.
Agita la maraca de su risa
con los dedos de leche de sus dientes.
Pañuelo blanco
–seda–,
bata blanca
–almidón–,
recorren el trayecto
de una cuerda
en un ritmo afrocubano
de guitarra
clave
y cajón
“¡Arriba, María Antonia,
alabado sea Dio!”.
Las serpientes de sus brazos
van soltando las cuentas
de un collar de jabón.
Ramón Guirao
Pero el poema de Guirao no solo es importante ―históricamente hablando― por haber incorporado al negro como elemento distintivo dentro de su poética, sino porque también lo convirtió en un referente estético dentro de la literatura cubana, en contraposición al hasta entonces predominante modelo de belleza caucásica.
A partir de entonces la poesía negrista ―como también se le conoce― comenzó a ser cultivada por otros poetas cubanos de reconocida trayectoria como José Zacarías Tallet, Nicolás Guillén, Regino E. Boti y Emilio Ballagas. De esta forma el negro cubano alcanzó un lugar relevante en nuestra poesía, pues antes ya había estado presente en obras de ficción narrativa de la autoría de Gertrudis Gómez de Avel