LA HABANA, Cuba.- En Cuba, antes de 1959, se vendían mucho los llamados “cancioneros”, unos folletos que contenían letras de canciones, especialmente de las que estaban de moda.
Los cancioneros, además de que en forma minorista se podían adquirir en quincallas y librerías, los vendían los limpiabotas, que los colocaban al lado de sus sillones junto con los periódicos del día, en pequeñas repisas portátiles, donde los colgaban con palitos de tendedera, o sobre tableros para exhibir la mercancía.
Los autores de estos librillos, que eran desconocidos, compilaban las letras de las canciones, bien fuera por encargo de un impresor, o por financiamiento de alguna persona que adquiría toda la edición para su distribución y comercialización posterior.
Muchos compositores contribuían también a los cancioneros, pues así promocionaban sus canciones.
Hubo varias imprentas que se dedicaron al negocio de los cancioneros. La que más recuerdo fue Madiedo, ubicada en la calle O Reilly entre Aguacate y Compostela. El edificio donde radicó aún existe, pero el local está cerrado y no parece tener uso.
El formato de los cancioneros era muy similar. Tenían por lo general unas 30 páginas. El papel usado era el gaceta, pero el de la portada era otro de mayor calidad, generalmente con la fotografía a color de un cantante popular. Cada página contenía, por lo general, cuatro canciones con el título, autor, intérprete y la compañía discográfica. A veces adjuntaban un pequeño recuadro de promoción de las empresas anunciantes de sus productos, que eran quienes costeaban el cancionero.
Dentro de la enorme cantidad de cancioneros impresos, estuvo el que financiaba la emisora Radio Mambí de Cuba. Uno de sus