LA HABANA, Cuba. – Uno de los mitos que ha echado a rodar la propaganda castrista es el de la supuesta continuidad del proceso revolucionario cubano, que habría comenzado el 10 de octubre de 1868, y que mantendrían ahora los personeros del régimen comunista que detentan el poder en la Isla. En ese sentido se inscribe la tan recurrente frase de Fidel Castro: “Nosotros ayer hubiésemos sido como ellos, y ellos hoy habrían sido como nosotros”.
Sin embargo, un vistazo a lo estipulado en la Constitución de Guáimaro, la primera Carta Magna elaborada por nuestros mambises para dar forma jurídica a la gesta independentista de 1868, y que este 10 de abril cumple 155 años, nos permite llegar a la conclusión de que la pretendida herencia que se ha adjudicado el castrismo no es más que una vil falacia.
En primer término sobresale el hecho de que los constituyentes de Guáimaro hicieron todo lo posible por evitar que la revolución naciera con un poder excesivamente personalista encarnado en la figura de Carlos Manuel de Céspedes. Aun reconociendo los méritos del hombre de La Demajagua, al ser el iniciador de la contienda libertaria, los elementos civilistas que tomaron parte en la redacción de la Constitución, entre los que destacaban Ignacio Agramonte, Antonio Zambrana y Salvador Cisneros Betancourt, se percataron del peligro de una tiranía militarista si no se establecía un marco regulador al accionar del presidente de la República en Armas.
En ese contexto la Carta Magna mambisa conte