Hace cuarenta años, Argentina apenas emergía de las sombras de una dictadura que había dejado heridas profundas y 30 mil desaparecidos.
En aquellos albores, en los últimos días de marzo de 1984 la ciudad de Buenos Aires amaneció empapelada con afiches que anunciaban una serie de conciertos de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, dos nombres icónicos del Movimiento de la Nueva Trova Cubana.
El 2 de abril de 1984 los trovadores pisaron suelo argentino. Silvio tenía 36 años; Pablo, 39. La comitiva cubana estaba integrada, entre otros, por los músicos Frank Bejerano, Jorge Aragón, Eduardo Ramos y el sonidista Tony López.
Venían de Quito, Ecuador, donde se habían presentado el 30 y el 31 de marzo ante 16 mil personas. La noche en que aterrizaron en el aeropuerto internacional de Ezeiza, los esperaba la sorpresa de ser recibidos por cientos de personas con banderas, carteles y mucha música.
A la periodista Sibila Camps le encomendaron desde el diario Clarín cubrir la llegada. “Silvio y Pablo, más que un suceso cultural, en Argentina era un suceso social y hasta histórico de gran envergadura”, me contó años después Camps, quien desde entonces no les perdió ni pie ni pisada.
De esa noche la periodista conserva una reliquia. Se trata de una foto en blanco y negro tomada por Carlos Roberto Bairo. En la instantánea aparecen Silvio, Pablo y Sibila, distendidos y sonrientes. Los trovadores no lucen agotados tras el viaje. Todo lo contrario.
Para esta fecha, Silvio y Pablo ya gozaban de gran popularidad en varios países. Cada uno por su lado había realizado conciertos multitudinarios en plazas de México y España, por ejemplo. Pero Argentina era diferente.
“Era una circunstancia muy especial —me contó Silvio a propósito del tema. Cuando llegamos, acababan de salir de la dictadura. A la mañana siguiente lo primero que tuvimos que hacer fue ir a la policía. Nos tomaron las huellas, nos fotografiaron, nos quitaron el pasaporte y nos dieron un documento. Todavía ese mecanismo policial existía. Era una realidad estremecedora. La gente veía un Ford Falcon verde y se ponía a temblar porque eran los carros que usaba la policía para secuestrar. Era una situación muy crítica. El sentimiento de opresión y persecución no se había disipado”.
“Pienso que esa situación de angustia, ligada con alegría y también con lo desconcertante de ver llegar dos tipos de Cuba —y la Cuba de Fidel Castro—, que cantaban canciones que estaban prohibidas… Me imagino que debió ser muy revolucionador en el espíritu, sobre todo de los jóvenes.
“Nosotros teníamos una relación muy fuerte y directa con la realidad de Latinoamérica. Estábamos muy informados de lo que pasaba. Y esa gente, de cierta manera, también lo sabía. Había una especie de diálogo (…). Fue muy intensa por todas esas razones nuestra llegada a Argentina”.
Melodías y voces prohibidas
A pesar de que sus canciones estuvieron censuradas durante la dictadura, la voz de los trovadores había trascendido los límites y fronteras impuestos. En Argentina, los casetes con canciones de Silvio y Pablo circulaban clandestinamente de mano en mano.
Estas copias, generalmente mal grabadas, entraban al país de manera subrepticia; muchas veces a través de exiliados argentinos que regresaban procedentes de España y México, donde se editaban y vendían los primeros discos de los cubanos como solistas.
El periodista e investigador argentino Víctor Pintos cubrió uno de los conciertos en Obras Sanitarias, Buenos Aires. Fue una experiencia reveladora ver y escuchar desde sus propias gargantas a los autores de canciones hasta entonces perseguidas.
“Los argentinos nos aprendimos las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés por casetes que nos procuramos como podíamos. Como aquellas eran grabaciones analógicas, en cada copia se perdía calidad. Así que si nos tocaba una séptima copia, digamos, lo que se escuchaba era fundamentalmente un soplido y atrás una voz con una guitarra y una canción de la que no siempre sabíamos el nombre. Menos aún si era una canción nueva o vieja. O a qué disco pertenecía y en qué año se había publicado”, me cuenta Pintos.
Hubo que esperar a 1983 para poder adquirir en Argentina, y sin esconderse, los discos de Silvio y Pablo, gracias a un acuerdo entre el sello Polygram y la Egrem. De este modo vieron la luz ediciones argentinas de los álbumes Mujeres, Sueño con serpientes y Unicornio, de Silvio Rodríguez; así como Años, Comienzo y final de una verde mañana y Aniversario, de Pablo Milanés.
En 1982 Mercedes Sosa había regresado del exilio. Para el reencuentro con su público “La Negra” cantó una decena de conciertos en el Teatro Ópera de Buenos Aires. Entre el repertorio de canciones que ofreció estuvieron “Años”, de Pablo Milanes y “Sueño con serpientes» de Silvio. Ambos temas formaron parte de un disco doble titulado Mercedes Sosa en Argentina, que salió a la venta a mitad de ese año.
A finales de 1983 el disco Mercedes Sosa abrió con “La Maza” de Silvio e incluyó una versión de “Unicornio” con arreglo de Charly García, ícono del rock argentino.
Los temas de Silvio y Pablo en la voz de Mercedes Sosa rápidamente alcanzaron gran popularidad no solo en Argentina, sino en el mundo. Con el tiempo formaron parte de los grandes éxitos de la cantora.
¡Por fin en Argentina!
Con tales antecedentes no era de extrañar que, cuando se anunció la llegada de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez en 1984, las entradas de la veintena de conciertos programados para la gira argentina se agotaran en un abrir y cerrar de ojos.
Silvia Salcedo tenía entonces 20 años. Todavía hoy guarda la entrada del 29 de abril, cuando asistió al último de los conciertos en Obras Sanitarias. Desde aquella noche el pedazo de papel, hoy amarillento por el paso del tiempo pero muy bien conservado, representa para ella un pasaje hacia uno de los grandes momentos de su vida.
“Cuando nos enteramos de que Pablo Milanés y Silvio Rodríguez por fin venían a la Argentina mi pareja y yo no dudamos en comprar las entradas para uno de los recitales. Había terminado la dictadura, nuestros artistas regresaban del exilio y todo era bullicio y euforia. Había libertad para ver, escuchar, cantar y gritar todo lo que nos habían obligado a callar durante años”, evoca.
Catorce de las presentaciones estuvieron fechadas en Buenos Aires, en el célebre Estadio de Obras Sanitarias, con capacidad para más de 4500 espectadores. La cantidad de shows de los mismos artistas marcó récord en el emblemático recinto, conocido como el templo del rock en Argentina.
Así debutaron los trovadores cubanos en Argentina, el jueves 5 de abril, a las 10:00 de la noche.
En la capital estuvieron 5, 6, 7 y 8 de abril. De ahí partieron para Córdoba, donde ofrecieron dos conciertos los días 10 y 11. Volvieron a Obras Sanitarias 12, 13, 14 y 15. De nuevo viaje. El 16, ciudad de La Plata, en el Polideportivo de Gimnasia y Esgrima. El 17 desembarcaron en Santa Fe. El 18 tocaron en Rosario. El 19 en Mendoza y el 21 en Tucumán. Hasta ahí era el programa previsto.
Sin embargo, ante la demanda, volvieron a Obras, donde realizaron 6 conciertos más. Todo a lleno total. Entre una presentación y otra, Silvio y Pablo permanecieron todo abril en Argentina. Se calcula que los vieron en vivo y directo más de 150 mil personas.
Era tanta la expectativa y la emoción que, antes de arrancar con la seguidilla de recitales, se había organizado una conferencia de prensa. Más de 150 periodistas de medios televisivos, gráficos y radiales nacionales y extranjeros, durante casi 3 horas, indagaron sobre la vida en Cuba y su sistema político; la libertad para la creación artística; el Movimiento de la Nueva Trova; cómo veían desde la isla el proceso de recuperación de la democracia en Argentina.
Parte de esa conferencia de prensa aparece en un amplio reportaje que hizo Estela Bravo para la Televisión cubana.
La cineasta estadounidense radicada en la isla se encontraba en Buenos Aires filmando ¿Quién soy yo?, un documental sobre la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda y recuperación de la identidad de niños y niñas secuestrados por los militares o bajo su amparo.
Bravo no desaprovechó la oportunidad de documentar el impacto que tuvieron Silvio y Pablo en Argentina, con fragmentos de uno de los conciertos en Obras, y valiosos testimonios de algunos asistentes.
La guitarra
Todo estaba listo para el esperado debut; o casi todo, ya que la guitarra que había acompañado a Silvio durante tantos años sufrió roturas durante el viaje. Urgía encontrar una nueva.
Aunque había varias tiendas de instrumentos musicales en la ciudad, todas las referencias apuntaban a Miguel Ángel “Cacho” Onorato, propietario de la tienda de música Daiam, ubicada en la calle Talcahuano, centro de Buenos Aires.
“Cacho” Onorato era muy querido en el ámbito musical, no solo por tener instrumentos de calidad, sino además por su generosidad.
Mercedes Onorato, hija de Don Cacho, recuerda cada detalle de aquel día en que Silvio apareció en busca de una guitarra. En un intercambio de mensajes, Mercedes amablemente me regaló detalles del encuentro.
“Era común que cada día fueran músicos a probar guitarras con cuerdas de nailon a nuestro local. Recuerdo haber escuchado a muchos de ellos interpretar acordes de canciones de la Nueva Trova cubana, como “Sueño con serpientes”, “Yolanda” y “Años”. El amor por Silvio y Pablo estaba en el aire, especialmente cerca de sus primeros conciertos en Argentina en abril de 1984.
“En esa época se vendían muchas partituras de todas las canciones y géneros musicales. En la tienda teníamos una gran sección editorial. Y como la demanda de las partituras de Pablo y Silvio era alta, todas sus partituras estaban expuestas en un lugar destacado.
“Un día, mientras subía del depósito del subsuelo de nuestro local, escuché a alguien tocando los acordes de ‘Ojalá’. El sonido era diferente, no era como los anteriores que había escuchado en otros músicos. Me apresuré a subir las escaleras y era el mismísimo Silvio Rodríguez. No puedo describir mi sorpresa y emoción. El querido Negro Rada, músico uruguayo, cliente y amigo de siempre, lo había traído hasta nuestro negocio para que comprara una guitarra con cuerdas de nailon”.
Después de una minuciosa