MATANZAS, Cuba.- Los tatuajes constituyen dibujos situados en diversas zonas del cuerpo humano. Según la Real Academia Española, tatuar significa “grabar en la piel humana, introduciendo materias colorantes bajo la epidermis, por las punzadas o picaduras previamente dispuestas”.
Su origen exacto resulta desconocido, pero se cree que este arte era practicado por numerosas culturas alrededor del mundo de forma diferente. Se apunta a los hombres euroasiáticos del periodo Neolítico como los primeros “tatuadores”.
Desde la Antigüedad se vincula esta práctica con la violencia. Los japoneses identificaban a los presos y esclavos con tatuajes, la mafia de dicho país, conocida como los Yakuza, tiene un gran porcentaje de su cuerpo cubierto con ellos. Los nazis marcaban a los judíos como símbolo de humillación.
No existe una regla sobre qué tatuaje realizarse, la plasmación de estos depende del gusto de la persona, no solamente su forma, sino también su tamaño, colores a utilizar y la zona a tatuar.
Muchos ven los tatuajes como un elemento sujeto a la industria cultural de las últimas décadas. La firma alemana Dalia Research realizó una investigación que arrojó estadísticas sobre los países con mayor número de personas tatuadas, lista que encabeza Italia con un 48% de su población, le sigue Suecia con un 47% y en el tercer lugar aparece Estados Unidos con 46%.
Aunque Cuba no figura entre las naciones mencionadas en el estudio, lo cierto es que se ha convertido en una Isla de tatuadores y tatuados que conviven esperando que se reconozca tanto su derecho a ejercer la profesión de forma legal, como la libertad a portar el arte corporal sin ser juzgado.
La clandestinidad ha acogido la mayor parte de los estudios y personas que ejercen el oficio. En medio del contexto socioeconómico actual, y sin una ley que ampare la práctica y la reconozca, las voces de sus protagonistas desentrañan el panorama del tatuaje en Cuba en estos últimos años.
Los rostros detrás del tatuaje
Todo arte tiene detrás a un profesional que la ejecuta y expande para que se conozca y admire, o al menos ese es el objetivo. Frank Dai Marrero lleva más de 10 años en la industria del tatuaje. Desde pequeño sintió la inclinación de expresarse a través del dibujo, pero por suerte o desgracia, sus índices académicos y las selecciones para escuelas profesionales no le permitieron optar por ellas.
Así llegó al mundo del arte corporal: “Pienso que de las artes (teniendo en cuenta los cuidados) es una de las más cercanas a la especie humana, a sus vivencias, motivos, tal es así que la mayoría de los tatuajes a realizarse encierran un mensaje, significado, un valor importante, no menos que el de un cuadro, un grabado o una escultura”, expresa el joven tatuador cubano que ahora reside en Tampa, Estados Unidos, pero años atrás tuvo su propio estudio en Cuba.
Por otro lado, Johana Cuello, cuyo usuario en Instagram responde a Johana the Sailor, lleva más de seis años en la industria del tatuaje y resulta una de las mujeres que se decidió por la carrera.
“Desde pequeña me llamaban la atención los tatuajes, creo que la mayoría de los niños hemos fantaseado en algún momento, ya que estos han venido en papelitos de chicles o caramelos de manera temporal. Siempre los vi como algo ‘exótico’. Nací en el año 95 y ya cuando tenía ‘uso de razón’, por allá cerca de los 2000, veía a las personas con tatuajes, menos común que hoy, pero me resultaban intrigantes y atractivos. Me hice mi primer tatuaje estando en el preuniversitario en 12 grado, y luego del primero llegaron más”.
“Nunca me visualicé en esta práctica porque no me creía capaz de lograrlo, hasta que un día en una exposición de tatuajes, donde participé como espectadora, me planteé realmente la posibilidad. Empecé a indagar más en el tema y, como es lógico, se necesita habilidad en el dibujo. Hay un lema dentro del ‘mundo del tatuaje’ que dice: ‘No tatúes lo que no puedes dibujar’, y comencé a practicar y descubrí que tenía una habilidad que desconocía. Así surge mi ‘talento’, por llamarlo de alguna manera, de forma empírica”, cuenta Johana sobre sus inicios.
Juan Pablo Cabrera representa uno de los tatuadores del estudio San Bigotes, en Matanzas: “Yo trabajo hace unos cinco años de manera profesional. Estudié plástica en la Escuela de Arte de Matanzas y desde que descubrí el tatuaje fue como amor a primera vista. No solo porque se monetiza, sino por lo contenta que se va la gente con el trabajo, eso la verdad no tiene precio”.
The Bad Cat Tattoo es el estudio de Javier Monzón: “Tatúo hace seis años. Bueno, yo soy un tatuador con pocos tatuajes y es una de las cosas que más me preguntan los clientes, lo que te tiene que gustar es el oficio de tatuar sin importar la imagen que des, puedes tener muchos o pocos que eso no quiere decir que te guste más o no hacerlos”.
Sus palabras finales en el texto hacen referencia a una de las cuestiones que más señalan o buscan las personas en un tatuador: ¿están todos tatuados? Esto no es una camisa de fuerza ni mucho menos, pero sí influye en la decisión de algunos.
“Mi hermano mayor lleva más de 20 años haciendo tatuajes y lo estuve viendo desde que estaba en la primaria. No necesariamente, pero me imagino que, si te gustan tanto, empezaste por hacértelo y después descubriste que te gustaba hacerlo también. Pienso que el 90 o 95% de los tatuadores sí les guste y tengan tatuajes, aunque conozco quienes no tienen, una cosa no tiene que ver con la otra”, expresa Alex García, tatuador con una experiencia de cerca de seis años y que actualmente reside fuera de Cuba.
“Un tatuador debe tener amor y pasión por su trabajo, es un arte, aunque no todos los tatuadores son ‘artistas’, pero eso es otro punto. Independientemente de eso, es un arte, y hay que tener respeto hacia el mismo. Conozco a un tatuador por el cual siento un profundo aprecio y admiro, se lo ha pensado muchísimo para tatuarse, por cuestión de inseguridades a la hora de elegir estilos y diseños, pero tengo constancia de su gran pasión por los tatuajes”.
“Basándome en esto, que creo que es un caso aislado, pienso que pueden existir tatuadores sin tatuajes y es respetable, pero en la comunidad en general no es muy bien visto que un tatuador no tenga, y es que esto ‘aparentemente’ proyecta falta de compromiso, amor o pasión por la práctica, entonces en realidad no es muy aceptado”, destacó Johana al respecto de la presencia o no de tatuajes en quienes practican el arte de “picar”, como también se le conoce en Cuba.
“No necesariamente el tatuador debe tener tatuajes, pero sí gustarle. Cada tatuaje es una obra de arte y como toda obra debe hacerse con un enfoque artístico que no puede abandonarse nunca, independiente de la ganancia financiera. Debe gustarle tatuar, pero no pienso que sea necesario tenerlos, en mi caso los tengo, no muchos, solo un brazo (manga) y el pecho, parte de ellos hechos por mí, hasta donde pude, y luego terminados por otros”, comentó Frank Dai.
Jessica Rivero es una estudiante de Pedagogía en Literatura y Lengua en la Universidad de La Habana y dedica su tiempo a la escritura y el guionismo. A ella le gustan los tatuajes, el primero se lo hizo con 16 años: “Considero que los tatuajes son un arte de expresión corporal desde que era muy joven, quizás, como casi todos los primeros tatuajes, la elección del primer diseño no fue la mejor, pero no me he arrepentido de ninguno de los que tengo hechos. Tengo 11, contando los tres de la manga y su relleno”.
Ryan Bermúdez es otro rostro del tatuaje en Cuba que con 15 años decidió que le faltaba tinta a su cuerpo: “Fue un diseño que me gustó de una marca de ropa (Dropdead). Digamos que lo escogí por el desespero de tener mi primer tatuaje, ya que siempre me habían gustado. Tengo aproximadamente unos 40-45. En mi opinión es un gusto personal tenerlos o no, y el estilo de tatuaje que prefieras, pero también es verdad que muchos lo consideran una moda y por eso se lo hacen”.
Wendy Ros es graduada de la Universidad de Matanzas en Licenciatura en Gestión Sociocultural para el Desarrollo y se desempeña como manicurista desde hace unos años.
Su pierna al descubierto dice cuánto le gusta el arte corporal: “Tenía 19 cuando me hice mi primer tatuaje. Me lo hice porque siempre me gustaron desde pequeñita y a medida que fui creciendo los vi como una forma de expresión de mi personalidad.
“Tengo ente 30 y 35. Para muchas personas puede ser considerado una moda, para mí es cuestión de gusto. Creo que sobre todo las generaciones más jóvenes lo ven como algo ‘cool’ que todos deben hacerse y realmente no entienden lo que significa tener un tatuaje a largo plazo”, añadió.
¿Arte de manual o empírico?
En países como México, con la Escuela Mexicana de Tatuadores, las capacitaciones de la Ink Different Tattoos de Estados Unidos y otras instituciones enseñan y certifican el arte de tatuar como una carrera dentro del sistema de enseñanza. Asimismo existen academias que ofertan cursos en estos y otros lugares del mundo.
Los tatuadores cubanos aprenden mediante el empirismo, ya que no existe ningún respaldo educacional y de formación que asuma la responsabilidad de explotar los talentos.
Cuando Frank Dai Marrero comenzó a tatuar con 20 años careció de un estudio o un local donde aprender e iniciar su trabajo. Así, se valió de su propia residencia y de la casa de amigos para ello hasta que, con ayuda de su papá y tío residentes en el exterior, pudo hacerse del equipamiento necesario.
“Decidí alquilar un local con un amigo, independizarme al poco tiempo y convertir mi pequeño estudio en mi lugar de trabajo y hasta de vivienda. Aprendí a tatuar…, siendo sincero, solo observé, investigué y practiqué en inicios con la piel de mis amigos que de manera gratuita se prestaban para