“Abandona los grandes caminos, sigue los senderos”, escribió Pitágoras. Si bien la frase del matemático y pensador griego pudiera leerse como antítesis del refrán más popular “no dejes camino por vereda”, encierra una razón filosófica, tan verídica como: “si quieres acortar el tramo, ándate por la hipotenusa”. El apetito de conocer el mundo a pie, eso que los románticos alemanes denominaron wanderlust (pasión de vagar), es en la era moderna una traducción amplificada del axioma pitagórico.
Lejos del Partenón y del Rin, en Santiago de Cuba, donde cada vez hay menos oportunidades para el paseo o “tiempo que perder” en la era de los celulares, las colas de feria, los erizamientos de apagón, inflación y transporte, los recursos y valores en peligro de extinción, un puñado de animosos profesionales ha tenido la iniciativa de ponerse las zapatillas y tomar peculiares senderos; en un rito de interacción con el saber y el tiempo, la cultura y la naturaleza, el cuerpo y la mente, que va acompañado de hallazgos interesantes y de una alerta sobre acervos patrimoniales en situación de riesgo y olvido.
No fue una idea racional, al principio, sino más bien la manifestación de un don: una rara pasión del joven Rodolfo Tamayo Castellanos por la historia local. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (Unhic), director actual de Ediciones Caserón del Comité Provincial de la Uneac de Santiago de Cuba, promotor cultural, investigador y escritor multifacético —autor de Bajo asedio (2006) y Numerales (2015), recientemente ganó el Premio José Antonio Portuondo de ensayo artístico literario (Premio Oriente 2023)—, Rodolfo no solo imprime en libros y revistas su huella.
Como en la poesía, halla en la Historia un boleto de fuga ante los dilemas cotidianos; desde ella elogia la vida, y sufre por los actos que no la honran y salvan. Rodolfo es de los que piensa que el ser humano debe vivir con un mínimo de conciencia del paso del tiempo y construir un relato consecuente con lo que ocurre.
Esa particular inquietud por la indagación y la suerte de ser Santiago tierra pródiga en hechos extraordinarios o curiosos que aún no se desvisten del todo, conformaron el pretexto perfecto para ir en búsqueda de sitios “perdidos” apenas mencionados en memorias y planos enquistados en gavetas. También entró en juego la inspiración de su abuelo Ramón, historiador frustrado, y de su padre Rodolfo, quien le dio el impulso decisivo al acompañarlo en los primeros viajes. Contrario a lo premeditado, esa serie de expediciones que empezaron un domingo tórrido con fines recreativos fue adoptando cada vez más constancia y seriedad.
Después de que el huracán —de triste recuerdo— Sandy arrasara Santiago en octubre de 2012, algunos amigos de Rodolfo comenzaron a sorprenderse con los insólitos paisajes que él les mostraba en fotos y lo comprometían a llevarlos a conocer el lugar. Entonces tenía que hacer dos veces el viaje: primero con su padre y después con los embullados. Estando una vez en la playa de Bueycabón, donde buscaban los cimientos de un fortín español, su padre le preguntó por qué no se dedicaba a escribir las crónicas de aquellos recorridos. Tomó el consejo.
“Podemos decir que casi informalmente fue surgiendo un grupo estable y con más fundamento, por lo que decidimos ponerle nombre. Fue durante una caminata por la antigua mina y laguna azul del Cobre cuando lo bautizamos como Rutas Patrimoniales”, comentó Rodolfo a OnCuba. Pero sobrevino un período de desactivación, pues cada quien cogió su rumbo.
Para finales de 2016, cuando transitaba entre los atajos y estrechas veredas cubiertas de maleza brava, en la subida hacia los restos de la famosa batería alta de cañones en La Socapa, como si se tratara de una epifanía, Rodolfo intuyó que para la segunda temporada del grupo no habría denominación mejor que: Senderos.
“Senderos tiene integrantes muy fluctuantes —dice—, los asistentes más asiduos son cinco o seis. Hay abogados, periodistas, escritores, profesores… Ponernos todos de acuerdo para un día de excursión es el primer conflicto. Eventualmente se nos unen otros grupos de senderistas, fotonaturalistas o aficionados; por ejemplo el grupo Caminar con los héroes, el de La ruta funeraria de Martí (evento Orígenes, Contramaestre); se sumó incluso un youtuber que hacía una serie audiovisual llamada Aventurando…”
Durante las expediciones crean una experiencia única: in situ exponen de qué va la visita, cada quien interviene con lo que sabe o si no pregunta, hablan de tradiciones arraigadas y de las arquitecturas típicas observadas a su paso, los biólogos explican las peculiaridades de la flora y la fauna que van hallando en cada geografía; preparan platos con sabores auténticos de la gastronomía local, y es ritual de Rodolfo brindar con un trago: ya sea de vino, ron,