Por María Ángeles Bonmatí Carrión, Universidad de Murcia
Aunque llamarlo divorcio parece exagerado –más bien podríamos considerarlo un “cese temporal nocturno de la convivencia”–, así es como está empezando a conocerse a la costumbre adoptada por algunas parejas de dormir en camas o, incluso, en habitaciones separadas: divorcio de sueño (en inglés, sleep divorce).
En realidad, la idea no es del todo nueva. Parece que las clases altas, las que se podían permitir disponer de un dormitorio para cada miembro de la pareja, ya lo practicaban en tiempos pretéritos. Sin embargo, durante las últimas décadas, compartir cama y sueño se ha considerado un signo de intimidad y señal de que la relación de pareja goza de buena salud.
Dormir en pareja, siempre que no implique un deterioro de la calidad del sueño, puede tener beneficios sobre el bienestar psicológico y físico de los compañeros de cama. Sin embargo, la situación se complica cuando uno de los miembros de la pareja, o los dos, ve empeoradas sus noches precisamente por compartirlas con quien, en otros momentos del día, considera su ser amado.
Una buena compañía en la vida puede ser mala compañía en el sueño
Los motivos por los que un compañero de vida puede ser un mal compañero de sueño son variados. En primer lugar, es altamente probable que uno de los miembros de la pareja ronque.
La prevalencia de roncadores habituales oscila entre un 40 y un 60 % en varones, dependiendo del estudio que consultemos, y es algo menor en mujeres, aunque con la edad ambas prevalencias tienden a equipararse. Los ronquidos, especialmente cuando son de alta intensidad, pueden dificultar enormemente la tarea de quien trata de dormir al lado.
Aunque los movimientos frecuentes sobre el colchón pueden ser muy sugerentes en ciertos contextos, tampoco son buenos compañeros cuando de dormir se trata. Si, además, tenemos un sueño más bien ligero, esos movimientos nos pueden hacer escurrirnos de los brazos de Morfeo con demasiada frecuencia. Cuando ese ajetreo va de la mano de luces que se encienden o de ruidos propios de abrir y cerrar puertas (lo que es muy habitual cuando de excursiones al cuarto de baño se trata), tenemos el cóctel perfecto para un sueño fragmentado y, en definitiva, insuficiente.
La temperatura de la habitación también ha sido motivo de discusión nocturna en casi todos los dormitorios a lo largo y ancho de este mundo. Y se debe a que la temperatura preferida para dormir puede no coincidir, incluso en las parejas mejor avenidas. Este puede ser un factor determinante para el descanso y, de hecho, se calcula que el aumen