Por Eva Marabotto
Un tablero de casillas blancas y negras y un conjunto de piezas que ponen en escena una disputa entre dos bandos son las herramientas que Agustín Teglia encontró para hacerle frente a la violencia y a la marginalidad. También fue el método que lo ayudó a integrar a chicos y adolescentes de barrios vulnerables y a otros que están recluidos en establecimientos penales juveniles.
Teglia es sociólogo de profesión y aprendió a jugar al ajedrez cuando era chico, a instancias de su mamá. Recuerda que en el living de su casa había un tablero con el que jugaba con su hermano y su primo. Años más tarde, cuando comenzó a trabajar en alfabetización, comenzó a organizar talleres en barrios vulnerables de Buenos Aires y en centros de internación penales y psiquiátricos, para adolescentes y adultos.
Un juego para todos
Teglia creció escuchando el prejuicio de que el ajedrez era un juego para gente muy inteligente y, en muchos casos, también de clase alta. Pero descubrió que, desde la práctica, la actividad podía convertirse en un dispositivo pedagógico capaz de generar grupalidad e integración y que, apelando a algunas simplificaciones, se podía empezar a jugar desde el primer día y a cualquier edad. De hecho, les propone a quienes mantienen aquel prejuicio que le den una oportunidad de convencerlos de lo contrario.
“Empezamos contando la historia del juego y las piezas, y suspendemos algunas reglas que son más abstractas como el jaque mismo para empezar con combate directo en el que se comen las piezas. Después vamos incorporando gradualmente más reglas para que se vaya complejizando el juego y empiecela estrategia”, resume el experto.
“Cuando empecé a trabajar en la Villa 21 tuve que desechar mis propios prejuicios. Los nenes de cinco años se entusiasmaban cuando les contaba la historia del ajedrez y los metía en el mundo cultural del juego”, recuerda sobre la tradición del tablero y las piezas de caballos y torres surgida en la India cuando un viajero se lo ofreció como regalo a un rey que estaba triste porque había perdido a su hijo en una batalla. Además, apunta a las ventajas del juego como “una actividad lúdica que desarrolla la atención activa”. “En el taller podemos trabajar con los chicos que tienen diagnóstico de déficit de atención que, a veces, no es una falla sino una estrategia para plantarse en el mundo”, grafica.
Aunque no lleva la cuenta de cuántos participantes pasaron por sus talleres, Teglia estima que en los 13 años que lleva de trabajo han sido varios cientos de personas, en grupos de entre 20 y 40. Por estos días está planificando las clases que da en simultáneo durante el año en una institución psiquiátrica y en el centro de admisión y derivación del área penal juvenil, donde divide a los chicos en niveles según sus edades.
Para socializar y concentrarse
“En 2010 empecé a organizar talleres en hogares para niños e incorporé el ajedrez a los talleres de alfabetización que se trabajaban en la Villa 21 de Barracas, como una propuesta más de expresión de arte y juego”, recuerda. Respecto al motivo, relata que “este juego interviene en el