Como suele suceder en la fraseología popular, la frase “se acabó el abuso” está sustentada en la realidad, parte de ella, y tiene un fuerte componente de humor, es un sarcasmo. Recuerdo con exactitud la que fue, acaso, la primera vez que la escuché: la pregonaba una persona que proponía mangos en un mercado agropecuario. Para validar el porqué sus mangos eran más baratos, agregaba: “porque son robaos”. Eso añadía una mayor carga sarcástica. Lo peculiar en este caso era que partía del propio vendedor, quien, supuestamente robaba el producto para ofrecerlo a un comprador que cerraba el ciclo del “robo”. Todo un cuadro de comedia.
Pero ese humor forma parte del pasado. Han cambiado los contextos. En los nuevos escenarios post reordenamiento, los mercados agropecuarios estatales han perdido el protagonismo. Ahora lo ejerce una gran variedad de actores (término semiótico muy utilizado en el discurso oficial). En la zona donde vivo la mayoría de las personas hacen sus compras en los diversos puestos de cuentapropistas, donde los precios no son para hacer chistes. Como rezaba un dicho de antaño, “el horno no está para galleticas”. La anécdota que citaré es una representación actualizada del abuso, de su puesta en escena.
Existe, en mi reparto, un puesto al que no acostumbro acudir porque en la ocasión en que lo hice fui consciente de la manipulación que ejercen los vendedores en el pesaje. Aclaremos que en ese sitio siempre hay cola para comprar, porque tienen una estrategia de mercadeo que crea la ilusión de que hay mayor variedad de productos y precios más bajos.
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