LA HABANA, Cuba. – Un temblor de tierra, perceptible en Santiago y Guantánamo, más una fuerte granizada en Occidente, como nunca había sido vista en muchos lugares de la Isla. Esperamos que ese haya sido el colofón de la mala suerte que nos acompaña desde los mismos inicios de la “continuidad” pero, por lo visto, apenas son como la estela de azufre que siempre va inseparable de ese que estuvo de recorrido por Oriente solo cuando las protestas se apaciguaron y alguien garantizó que no tendrían que encaramarse en una placa, para intentar “aplacar”.
Pero ya es evidente, incluso para los más reacios a las supersticiones, que no son casualidad los desastres y que cada uno ha llegado en el momento preciso, si no como señal de hartazgo divino entonces como castigo a un pueblo de “resignados”, por no decir de “aguantones”, siempre dispuestos a jalarse los pelos en una cola por un paquete de salchichas pero al mismo tiempo a “erizarse” cuando cualquier gordinflón les pone la mano en el hombro para hacerles el cuento de la buena pipa.
Así hemos arribado a otro tenso fin de semana de colchones mojados, techos y árboles derribados, cables caídos, barrios enteros inundados, cosechas perdidas como para corroborar que no hay momentos de calma por aquí abajo ni gente de a pie que descanse tranquila en sus casas, así como los piensan esos que necesitan gafas de realidad virtual no para ver la destrucción en Gaza sino para darse de narices con otra más cercana y de la cual son responsables.
Han querido anotarse una “victoria” contra el “enemigo”, se han inventado a toda prisa un programa en YouTube para intentar “competir” por seguidores y likes contra Otaola y Ultrack (en esas “redes sociales” donde, según los propios comunistas, “no está el pueblo cubano”), incluso han condecorado a la señora Johnson por su genial idea de encaramarse en un techo; y quizás por tanta desfachatez ha sido otra vez la naturaleza la