La trayectoria de un actor como Aramís Delgado, Premio Nacional de Teatro 2023, es, por decir poco, difícil de resumir. Su nombre ha figurado por décadas en los elencos de las producciones audiovisuales, teatrales y cinematográficas más importantes de nuestro país.
Un pase de lista a la carrera del habanero, nacido el 25 de abril de 1942, conduce inevitablemente al repertorio de los grupos Rita Montaner, Los Doce, Teatro Estudio, Buscón, así como a las telenovelas Las huérfanas de la Obrapía, Magdalena, Entre mamparas, Si me pudieras querer y El año que viene, entre otras.
En el cine, los largometrajes Lucía, Amor vertical, La vida es silbar, Conducta y José Martí: el ojo del canario documentan su talento en la gran pantalla.
En seis décadas de vida artística, el memorable intérprete de Don Mariano ha probado su versatilidad en los diversos géneros de esta profesión, incluso en la comedia, a través de la cual se le conoce poco.
El don con que desdibuja los límites de su identidad para fundirse con la de sus personajes hasta abandonarlos por completo ha sido un signo de su virtuosismo.
En cada nuevo proyecto, Aramís puede llegarle al público con la misma sensibilidad y fuerza interpretativa con que vistió al personaje anterior o el que vendrá, sea este villano, héroe o el más simple de la historia. Los invita a todos al palco y les hace un lugar en la primera fila del reparto.
A sus 82 años, no se plantea parar de trabajar.
¿Siempre quiso ser actor?
Siempre me llamó la atención el arte. En la escuela participaba en las actividades culturales, declamando poesía, y en mi barrio de Santa Fe me inserté en el proyecto de teatro de unos vecinos que, de cierto modo, fueron mis primeros maestros en este oficio.
Esa pasión se encendió en la Escuela de Artillería, radicada en Bacuranao. Estando movilizado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias creé junto a mis compañeros un grupo de teatro con el que presentamos varias obras que yo mismo dirigí. Así fuimos al Primer Festival de Artistas Aficionados que se realizó en 1961 en el cine Payret.
En este certamen obtuve el premio de actuación, al igual que en su segunda edición. Eso me inspiró a seguir trabajando y me motivó a pelear por mi sueño.
Luego participo en un taller de actuación en el Icaic que estaba impartiendo Vicente Revuelta. Ahí comenzó todo.
Posteriormente, audicioné para el Grupo Rita Montaner y continúe mi recorrido por otras agrupaciones teatrales.
También me marcó la película Sed de vivir, interpretada por Kirk Douglas, en la que se mezclaban mis dos pasiones: la pintura y la actuación. Quedé fascinado con la interpretación de Kirk.
¿Hacer teatro es una labor titánica?
Sí, es muy fuerte, tiene que gustarte porque hay que entregarse en cada puesta en escena. Cada día es un acto único e irrepetible.
Ninguna función es igual. Aunque hayas montado la obra con tiempo de antelación, todos los días tienes que defender un nuevo acto.
Lo lindo que tiene este género es la comunicación con la gente, esa interrelación público-actor es de las cosas más lindas y gratificantes de las que gozamos los que nos dedicamos a esta profesión.
El teatro lleva una consagración que te permite desarrollarte en cualquier otro medio.
¿Cuánto le aportó a su carrera el haberse formado con grandes de la escena como Vicente Revuelta y José Antonio Rodríguez?
Ambos fueron grandes maestros y directores de actores. En el caso de José Antonio, vinimos junto de Teatro Estudio, después pasamos por el grupo Los Doce; ambos teníamos mucha interrelación e inquietudes para hacer los clásicos.
Juntos fundamos el grupo Buscón, en el que comenzamos haciendo la obra Los asombrosos Benedetti.
De ahí montamos otras que fueron una experiencia muy grande, porque nos dio la oportunidad de desarrollarnos y de llevarlas a varias regiones del mundo.
¿Teatro Estudio fue su gran escuela?
Todas las formaciones teatrales por las que pasé le aportaron a mi carrera, desde el Rita Montaner, Teatro Estudio, Los Doce hasta Buscón.
En el caso de Teatro Estudio, contó con un grupo de estrellas en el cual me gané mi lugar. Protagonicé casi todas las obras de la compañía y trabajé al lado de grandes actores, de los que aprendí muchísimo.
Siempre me identifiqué con ese grupo. Cuando tenía 14 años presencié el estreno de la obra Túpac Amaru. Iba desde Santa Fe hasta el Anfiteatro de Marianao para ver las puestas que defendían Raquel y Vicente Revuelta, Sergio Corrieri y Flora Lauten.
Cuando me recibieron, lo hicieron con mucho cariño y me permitieron desarrollarme en todos los ámbitos de esta profesión.
El personaje de Don Mariano en la telenovela Las huérfanas de la Obrapía te ha acompañado durante mucho tiempo. ¿Es el que más satisfacciones te ha dado?
Cuando entré a la televisión tuve la suerte de hacer novelas con personajes muy buenos que me permitieron ganarme el cariño de la gente.
Las Huérfanas de la Obrapía tuvo una repercusión increíble, todavía después de 20 años me paran para hablarme de las frases y las escenas que tuve con Tamara Castellanos.
La escritora Silvia Pérez Yera me había visto en otras cosas que había hecho en la pequeña pantalla y me comenta que había pensado en mí para representar una historia dentro de esta telenovela.
Nos vimos y me describió las características de cada uno. Enseguida me decanté por Don Mariano, no porque era un villano, esto no tiene importancia para mí, sino porque reparé en que estaba bien escrito. Como actor, lo que pido es que el personaje me brinde elementos para sacarle partido.
Desde que tuve los guiones en mis manos quedé fascinado. Silvia me permitió hacerle mis aportes, como la frase “Perra Cachorra”, que tomé del escritor y periodista Martín Morúa Delgado.
¿Cómo trabajas las escenas de fuerte carga dramática?
Hay escenas más complicadas que otras. Cuando estoy creando siempre estoy en función de esto desde que me levanto, y aunque crees que estás en otros roles, el inconsciente del personaje va trabajando en un segundo plano.
Lo que me cuesta más trabajo es aprenderme