Es marzo de 2024 y el barrio es una bestia dormida a ratos, cuando las personas que trabajan en sus hogares no se dejan ver, metidas en las cocinas y los patios, lavando ropa, ablandando granos para potaje, hirviendo la leche o planchando los uniformes. Nada se deja para luego porque luego no se podrá hacer nada. Las calles medio desiertas y medio asfaltadas levantan nubes de polvo con el paso de algunos carros y transeúntes. La bestia duerme porque hay luz eléctrica, aunque alguna que otra voz interrumpa su sueño para puntualizar horarios: cuándo se volverá a ir la corriente, cuántas horas esta vez. El tiempo se vuelve justamente eso que le arrebatan: luz. De noche todo es más complicado; la oscuridad se traga los llantos de los niños, las tareas sin acabar y los platos a medio comer; no debiera sentirse este calor aún, pero el Caribe y sus mosquitos difieren. Mañana será el mismo día. La bestia despierta y se sienta en un sillón en el portal.
Algunos de los siguientes testimonios fueron grabados en apagón.
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Irán Capote, 34 años. Consejo Popular Celso Maragoto, Pinar del Río
Mi madre se ha puesto a cocinar con leña. Sale cada dos días hacia el monte y corta marabú con un hacha de poco filo. Mi madre tiene 50 años y ha vuelto al rito de los años 90. Solo así puede preparar la comida de toda la familia, de sus padres, su nieto y sus abuelos. Hace años cambiaron sus cocinas de petróleo por cocinas de electricidad cuando la “revolución energética”.
Desde la ciudad, a veinte kilómetros de mi madre, todo lo que puedo hacer es no volverme un problema más para ellos.
Desde la ciudad, a veinte kilómetros de mi familia, me resisto a contarles que apenas puedo comprar comida, que la vieja del CDR (Comité de Defensa de la Revolución) se negó a darme la tarjeta de compra en el quiosco por no ser el propietario de la casa prestada en la que vivo.
Desde la ciudad, a veinte kilómetros de ellos, no les digo que ya no tengo arroz, ni pollo y que he tenido que reunir para comprar unas libras de boniato y picadillo. Para mí. Para mis mascotas. Para mi hermano que trabaja 18 horas al día y llega a la casa de madrugada, en apagón; comerse fríos los boniatos y luego acostarse a sudar en el colchón al acecho de los mosquitos.
Desde la ciudad, a veinte kilómetros de mi familia, no soy capaz de decirles que me vencí, que esta realidad me supera con creces y apenas tengo cabeza para escribir.
Desde la ciudad, a veinte kilómetros de mi familia, trago en seco antes de responder la llamada de mi madre y decirle: “Aquí, mami, guapeando, tú sabes…”.
Yenny Ferreiro, 45 años. Consejo Popular Colón, Sancti Spíritus
El asunto de los apagones siempre ha sido un problema. En otros momentos, cuando han salido las termoeléctricas de circulación por mantenimiento –según ellos– o cuando no ha habido combustible –según ellos– ha sido diferente. Eran más las horas que teníamos electricidad que las horas de apagón. Sin embargo, en esta última etapa, los últimos 15 días, eso ha cambiado; ya no son apagones, son alumbrones. En Sancti Spíritus hemos tenido jornadas con solamente cuatro horas de corriente en el día y cuatro horas en la noche, incluyendo la madrugada.
Durante esas cuatro horas de fluido eléctrico se supone que tenemos que hacerlo todo. A las personas que estamos en la casa puede ser que nos alcance el tiempo, por ejemplo, para hacer almuerzo y comida juntos, incluso no teniendo gas y suponiendo que tengamos los equipos electrodomésticos necesarios, claro, dígase olla arrocera, olla reina, etc. Ahora, las personas que trabajan en la calle, que no regresan a su casa hasta las cuatro o cinco de la tarde, no pueden adelantar la comida. ¿De qué manera van a resolver ese problema si hay un apagón de seis de la tarde a doce de la noche? ¿Cómo van a cocinar? ¿Qué van a comer?
Antiguamente en Sancti Spíritus había una planificación por horas: un día era “mejor para cocinar” y otro día era “mejor para dormir”. Ya no. Todo eso cambió. Diez o treinta minutos antes del apagón sale el anuncio en Telegram y no tienes tiempo de nada. Incluso lo informaron así: que ya no existiría una planificación; los cortes eléctricos se producirían en dependencia de las decisiones que se tomaran en cuanto al combustible, al déficit.
¿Cómo un niño, un adolescente que pasó la noche entera sin dormir porque le quitaron la corriente de ocho a doce de la noche y luego se la volvieron a quitar a las cuatro de la madrugada, hasta las diez de la mañana del otro día, se puede levantar a las seis para ir a la escuela a pie y estar el día entero recibiendo clases? ¿Después de tomarse qué desayuno, cuando esos niños no tienen leche y el pan prácticamente viene cada tres días a la panadería? ¿A merendar qué, cuando a los padres