LA HABANA, Cuba. – Ella, llamémosla doctora S., dijo adiós al hospital hace un par de meses y no sabe cómo ni cuándo va a regresar. Ella salió del hospital en un día de enero y no ha pensado en el regreso. Su estampida ocurrió después de unos cuantos años de ejercicio en las Ciencias Médicas, y más años serían si contamos, sumamos, los años de estudios. Ella comenzó a ser médica cumpliendo con ese engendro al que dieron el nombre de Servicio Social.
Ella, para ser más exacto, comenzó a ser doctora antes del Servicio Social; comenzó en las mañanas de aquel Consultorio del Médico de la Familia cuando era solo una estudiante, en ese engendro que saliera de la cabeza de Fidel Castro, para hacer luego el camino a las cabezas de las autoridades sanitarias elegidas por Fidel.
Ella hizo el servicio social en un Consultorio del Médico de la Familia. Ella, como si no bastara con el Servicio Social, se enroló en esas misiones internacionalistas y retardó su especialización porque fue enviada a una de esas misiones médicas con las que el gobierno de Fidel Castro engordó sus arcas.
Ella anduvo por extrañas geografías. Ella estuvo en Venezuela, y estuvo en Brasil durante dos años. Ella estuvo en esos países que decidieran las autoridades de Salud Pública. En su segunda “misión internacionalista” dejó a su hijo, de apenas dos años, con el padre, con la madre del padre que la auxilió también. Ella hacía las consultas y extrañaba al hijo que dejó en La Habana.
Ella lloró cuando el hijo no la reconoció tras su regreso de Brasil. Ella aprendió muy bien lo que es el sacrificio. Sus sacrificios fueron, son todavía, de los peores. Ella sí que sabe de sacrificios. Ella fue instada a trabajar fuera de la Isla. Ella se alejó de su casa, de su marido y de su hijo pequeñito, porque sus jefes la exhortaron, ¿exigieron? Ella se alejó porque le dijeron que si no cumplía esa misión no era una “revolucionaria cabal” y, lo más tenebroso, que si no cumplía una misión se le podría hacer muy difícil hacer una especialidad.
Ella había soñado, desde que era una niña, con ser cirujana. Ella recordaba sus juegos infantiles. Ella recordaba el día en que encontró un estetoscopio en un asiento de la ruta 22 y se lo