MIAMI, Estados Unidos. – El periodismo representa una de las profesiones más nobles que puede ejercer el ser humano. En su esencia prevalece la búsqueda de la verdad, encuéntrese esta donde se encuentre. Vinculados a los pilares del periodismo están los valores universales de la libertad y la justicia.
Sin embargo, la historia nos demuestra que existen periodistas motivados por intereses ideológicos y materiales. Estos han demostrado que prefieren promover agendas nefastas y ofuscar la verdad, sean cuales sean las repercusiones.
El periodista estadounidense Tucker Carlson, quien hasta el año pasado trabajó para la cadena Fox, viajó a Moscú para entrevistar al gobernante ruso Vladímir Putin. Durante la entrevista, Putin justificó su invasión de Ucrania, repitiendo su retórica imperialista basada en una historia tergiversada de Rusia, Ucrania y la geopolítica europea.
Identificado, por convicción o por conveniencia, con el líder del Kremlin, Carlson se reservó cualquier pregunta afilada que pudiera incomodar a Putin. La integridad periodística de Carlson deja mucho que desear y representa un cambio radical del periodista respetado que conocí hace 20 años cuando yo era estudiante universitario.
Este tipo de periodismo servil no es nuevo. En 1932, el periodista estadounidense Walter Duranty, jefe del buró de Moscú de The New York Times, ganó el Premio Pulitzer por sus reportajes sobre la Unión Soviética. Sin embargo, en sus reportajes, Duranty negó que hubiera una severa hambruna en la Unión Soviética entre 1930 y 1933. Como parte de esta hambruna, la historia recoge el Holodomor, la hambruna ocurrida en Ucrania entre 1932 y 1933. Se estima que entre 5,7 y 8,7 millones de personas perecieron en dicha hambruna, conocida en la historia como la Gran Hambruna Soviética.