Obra y personalidad de la escultora cubana Rita Longa, ambas de una elegancia esencial, aparecen reflejadas en el libro Rita Longa. Forma, espacio, luz (2023), presentado recientemente en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, ante una nutrida asistencia de público.
El texto, a cargo de Collage Ediciones y ArteCubano Ediciones, legitima el legado de tan relevante artista, a quien conocí en la recta final de su vida, cuando trabajamos juntos en el Consejo Nacional de Artes Plásticas. Entonces pude apreciar su persona y carácter, así como la preocupación por su obra y responsabilidades institucionales, que no eran pocas y que nunca desatendió, sino que las condujo paralelamente, contra viento y marea.
Un extenso y completo recorrido por la vida y obra creativa de Rita presenta este volumen, en formato de libro de arte, con numerosas ilustraciones, tapa dura, y textos en español e inglés a lo largo de sus más de trescientas páginas.
Con la coordinación editorial de Margarita Ruiz, Lourdes Álvarez e Iris Gorostola, y la edición de Silvana Garriga e Iris Gorostola, el texto contó en su presentación con las palabras de las críticas de arte e investigadoras Llilian Llanes y María de los Ángeles Pereira, así como de Silvana Garriga, quienes dieron cuenta de su contenido y del propio proceso editorial.
Dos ideas de Rita abren las páginas del libro. Cito una de ellas: “A través del tiempo las palabras pasan. Pero quedan en su inmortalidad las grandes obras maestras de la escultura que, hermanadas todas, magníficas en su simplicidad, relatan todas las pasiones y conflictos del género humano. Obras hechas por amor a ese poderoso arte que es la arquitectura del volumen, música de la forma, poesía de la luz”. A continuación, un texto de la autoría de Enma Álvarez Tabío, nieta de la artista y reconocida arquitecta, narra con prosa depurada distintos aspectos de la intimidad familiar de Rita, lo cual se agradece mucho, ya que le otorga el toque humano a un libro mayormente recreado con las obras de la escultora.
Así nos enteramos, en apretada síntesis, de que Rita fue hija única y tuvo una inmejorable formación familiar, además de que pudimos conocer sobre sus fobias a los gatos, su temprana inclinación al arte, su timidez (fue solitaria e introvertida en su infancia) y la gran sensibilidad que se reveló desde su juventud. Según ese testimonio (enriquecido con las lecturas de las memorias de Rita por parte de Enma), la futura escultora adquirió unos modales exquisitos que conservó hasta el final de sus días, aunque los períodos de penuria y racionamiento después de 1959, por ejemplo, atentaran contra ellos en la práctica de la mesa. “Comía ceremoniosamente, fuera cual fuera el menú…”, escribe la nieta, quien con destreza descriptiva ofrece una semblanza muy precisa de Rita Longa, de su abolengo y linaje incontestables.
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