LA HABANA, Cuba. – ¿Quién sería el primer gil en Cuba? ¿Cuál fue, de entre todos, el primero? ¿Cuántos hasta hoy exhibieron tal apelativo gil? ¿Cuál el gil inaugural? ¿Acaso Camilo? ¿Quién llevó primero, en la frente, ese distingo? ¿Sería Guevara? Todo eso me pregunto sin cansancio pero con mucha prisa. Una y otra vez vuelvo a la misma pregunta desde que se hiciera pública la separación de Alejandro Gil Fernández de su puesto de primer viceprimer ministro de la República de Cuba.
¿Cuál sería el primer Gil? Primero debió aparecer el adjetivo “gil”, y luego se iría acomodando, calificando, a los miembros de una familia y luego a otras, y creció el Gil, se hizo más numeroso tras los descendientes del primer Gil.
No sé cuál sería el primer Gil, pero sin dudas no debió ser muy listo si se quedó tranquilo bajo la sombra de ese apellido. Yo, en ese caso, lo habría cambiado. Yo no habría vivido cómodamente bajo la sombra de un apellido como ese. Yo me habría cambiado a la carrera el apellido.
Yo habría buscado en las profundidades de la tierra, o en el cielo, otro apellido para no ser un gil, que es lo mismo que ser simple y simplón, ingenuo, inocente, alelado, y otros sinónimos más, como Cándido, que fuera el nombre que escogiera Voltaire para bautizar a uno de los más grandes personajes de toda la historia de la literatura, y que sin dudas era un poco gil.
Yo fijé un montón de adjetivos para calificar a Alejandro Gil Fernández. Anoté; simple, alelado, ingenuo…; y si siguiera empeñado podría conseguir otros, muchos más, incluido inocente, pero no sería muy objetivo, y mucho menos justo, y nada tendría de veraz. Alejandro es un gil, pero no es un inocente. ¿Alejandro fue obligado? No lo creo y no voy a suponerlo un inocente, y mucho menos un hombre honrado.
Alejandro muy bien sabía lo que estaba haciendo, y también que, como sucedió con Arnaldo Ochoa, podría ser castigado con severidad, aun cuando solo estuviera cumpliendo las órdenes de quienes podrían ponerlo frente a un pelotón de fusilamiento, y por cumplir esas órdenes que antes le dictaran sus jefes.
¿Alejandro no sabía lo que estaba haciendo? Alejandro lo sabía. Desde hace unos días me hago esa pregunta, y me respondo siempre lo mismo. Me hago esa pregunta desde el día en el que se anunciara que Gil fue separado de su puesto como primer viceprimer ministro de la República de Cuba.
Desde entonces indago, desde entonces busco el nombre de otros Giles que se hicieran visibles en la gran escena del poder político cubano, pero hasta hoy no encontré otra cosa que una hermana de Alejandro que condujo, hace ya un tiempo, un programa televisivo llamado De la gran escena. Después no he vuelto a