La reciente aprobación en la Asamblea de Naciones Unidas para el Medio Ambiente de la resolución Circularidad de una agroindustria de la caña de azúcar resiliente y baja en carbono, propuesta por Cuba, podría abrir las puertas a enfoques innovadores para un sector del que dependen miles de personas en Cuba y el mundo.
Patrocinado por Brasil, el texto reconoce las potencialidades de la aplicación de la economía circular (EC) -un modelo de producción y consumo que implica compartir, arrendar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar los materiales y productos-, en esa agroindustria, particularmente ante los desafíos del cambio climático, pérdida de la biodiversidad, degradación de los suelos y la contaminación.
La circularidad, explican expertos, es una forma de no dejar que se deseche nada, que cada subproducto de una producción o un desecho se incorpore en procesos productivos, para buscar mayor oferta de bienes y servicios y diversificar las producciones, como vía para atender el cambio climático y la contaminación.
La agroindustria azucarera, vital para alrededor de 77 naciones, tiene también fortalezas como ser fuente de alimentos, materias primas, biomateriales y bioenergía.
Esta iniciativa, presentada por la delegación cubana a la cumbre de Nairobi, Kenya, se produce en momentos en que la otrora primera industria cubana no logra superar los bajos resultados, considerados los peores en los últimos 100 años, que trae dificultades para cubrir la demanda de azúcar de la canasta básica de la cartilla de abastecimiento.
Venida a menos a partir de los años 90, cuando comenzó el desmantelamiento de buena parte de las fábricas de azúcar, la zafra 2023-2024 se ha desarrollado en escenario complejo, con bajos rendimientos agrícolas e industriales, derivados, entre otras causas, de las dificultades en el abastecimiento de recursos e insumos necesarios, por la escasa disponibi