El 16 de diciembre de 2023 la presidencia cubana se hizo eco de noticias relacionadas con los feminicidios, un problema cada vez más inquietante para ciudadanía, Gobierno y especialistas.
La Fiscal General de la República comunicó entonces que al cierre de octubre de 2023 se habían contado 117 “muertes violentas contra mujeres”. En el mismo comunicado, trascendió que la Fiscalía cubana “presentó la propuesta de un Registro Administrativo Interoperable, que permita contar con información en tiempo real de la muerte violenta de mujeres y niñas por razones de género”. La iniciativa es parte de las acciones que pone en marcha el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM), en cuyo contexto de implementación, además, se aguarda por la aprobación por parte del Consejo de Ministros del Protocolo de actuación ante situaciones de discriminación, violencia y acoso en el ámbito laboral, propuesto por el Ministerio de Trabajo y de Seguridad Social.
Además de la cifra relatada por la Fiscal, fue relevante que el dato se discutiera durante el VII Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) como parte de la evaluación de las acciones para la atención a la violencia de género. Por primera vez en el seno de ese órgano dirigente se ventilaban cuestiones asociadas con estos crímenes.
No es casual. Las demandas de activistas y organizaciones civiles, junto a la participación ciudadana, han sido cruciales para el reconocimiento paulatino por parte de las instituciones, incluidas las político-ideológicas, sobre los temas de género en el país.
En la misma reunión se tocaron otros temas relacionados con la violencia de género: grupos de mujeres más afectados, brechas territoriales, falta de garantías laborales, necesidad de una mayor integralidad intersectorial, creación de más herramientas de monitoreo y más.
Pero una pregunta permanece: ¿hay un cronograma del Estado cubano basado en una agenda a corto, mediano y largo plazo para responder, con políticas y acciones directas, a los problemas que enfrentan las mujeres? Poco se sabe.
Conocemos del Programa de Adelanto para las Mujeres (PAM), citado antes, pero siendo una política de largo plazo y amplio alcance, ¿qué agenda periódica siguen para aterrizarla e implementarla a corto plazo? La Estrategia Integral contra la violencia de género ha sido otro instrumento de avance formal, entre algunas iniciativas, pero, ¿cómo se están llevando a cabo estas políticas?
La prensa cubre pronunciamientos coyunturales de representantes institucionales, pero no mucho más. No conocemos el plan para el presente año o los venideros.
La situación de crisis habla por sí misma. Las demandas, tangibles con solo desplazarse del centro de la capital a las periferias, o a las provincias orientales, ponen en el centro de la mira a las mujeres y requieren intervenciones urgentes y concretas.
Durante los últimos años, especialistas y activistas han escrito sobre la feminización de la precariedad en Cuba, es decir, sobre cómo las sucesivas crisis han afectado con mayor gravedad a mujeres y niñas. De ese diálogo bidireccional, entre el contexto de depresión económica y social y los análisis de género que se han hecho al respecto, pueden extraerse ejes imprescindibles a atender: ingresos económicos, empleo y cuidados; migración y mujeres; impactos diferenciados en mujeres rurales, negras y trans; y violencia de género.
Ingresos, empleo y cuidados
La ocupación en Cuba ha decrecido en casi un cuarto de millón de personas en los últimos años, según la Encuesta Nacional de Ocupación (2023). Sin embargo, este comportamiento no se experimenta con paridad entre hombres y mujeres.
Según la Encuesta, las mujeres predominan en la población no económicamente activa, representando el 63,7 % del total, y de esa cifra, el 30,7 % realiza los llamados “quehaceres del hogar” (trabajo no remunerado). Mientras, la ocupación total se encuentra representada por un 61,8 % de hombres y apenas el 38,2 % de mujeres.
La participación de las mujeres en el sector no estatal (donde se perciben mejores ingresos) con relación al total de ocupados decreció también, yendo de 19,1 % en 2020 a 18,3 % en 2022. Si se toma en cuenta el total de la ocupación de mujeres, el porcentaje del sector no estatal ha sufrido una caída de 15,4 % en 2020 a 13,3 % en 2022.
Estudios de años anteriores demostraron, además, que las mujeres cubanas tenían menos capacidad de ahorro, menos cuentas bancarias, recibían menos remesas del extranjero, eran menos dueñas de negocios en el sector privado y se encontraban sobrerrepresentadas en el empleo informal (léase donde no media contratación formal alguna, o sin autorización de licencias de trabajo por cuenta propia), comparadas con los hombres.
En paralelo, la crisis en los cuidados, tanto de menores de edad como de ancianos, acrecienta la fatiga económica, física y emocional de las mujeres; teniendo en cuenta la persistencia de los roles de género en los que ellas han sido las destinadas históricamente a velar por enfermos/as, niños/as y ancianos/as.
Desde antes de la pandemia, las solicitudes de matrículas en Círculos Infantiles (CI) sobrepasaban la poca disponibilidad institucional. En 2018, más de 48 mil solicitudes de madres trabajadoras a nivel nacional no eran atendidas por falta de capacidad y de personal. En ese entonces, existían en todo el país 1 096 CI, para una matrícula de alrededor 134 mil niñas y niños, lo que cubría solo el 18,5 % de la población infantil de uno a seis años. Solo en La Habana existían 183 salones cerrados por falta de personal debido al déficit de 181 educadoras y 2 379 auxiliares pedagógicas. No existen datos actualizados sobre esta situación.
Aunque desde 2017 la actividad de Asistente para la atención educativa y de cuidado de niños fue aprobada dentro del sector privado, los precios de contratación particular de ese servicio podían considerarse impagables para las familias más humildes, de menores ingresos y, a la vez, más necesitadas.
En una suerte de actualización del esquema de los cuidados institucionales, desde 2021 el Ministerio de Educación reguló la apertura de las Casitas Infantiles, una variante institucional de atención y cuidados a la primera infancia en entidades que, según sus posibilidades reales y materiales, puedan destinar fondos a su apertura.
Si bien es un paliativo, se encuentra lejos de ser la solución. En primer lugar, las iniciativas dependen de las condiciones económicas de esas entidades estatales en medio de la crisis estructural que vive el país. Segundo, resultarían beneficiadas solo las madres, padres o tutores vinculados laboralmente a esa entidad. Tercero, las Casitas Infantiles constituyen facilidades para el sector estatal, cuando es el privado el que ha experimentado un incremento significativo en el empleo de fuerza de trabajo; en 2022, de las personas sin vínculo laboral anterior que se incorporaron al trabajo, el 44 % fueron mujeres y el 29 % jóvenes. La gran mayoría lo hizo en el sector privado, para quienes ni los Círculos ni las Casitas Infantiles fueron una opción.
Cuba es además uno de los países de la región con mayor envejecimiento poblacional. Al cierre de 2022, el grado de envejecimiento reflejó un 22,3 % de población de 60 años o más; es decir, de 2 478 087 personas (casi 80 mil más que en igual período del año anterior).
No obstante, el envejecimiento en Cuba también se encuentra feminizado: mientras los hombres presentan una tasa promedio anual de 32,3 % de envejecimiento, las mujeres lo hacen con una tasa de 34,3 %, según el informe de Envejecimiento de la Población publicado por la ONEI (mayo, 2023).
Las mujeres cubanas envejecen más, lo que no significa que vivan mejor.
En 2022, alrededor de 221 mil personas mayores vivían solas en Cuba, la mayoría mujeres. De ese total, más del 82 % contaba únicamente con ingresos generados por salario o jubilación (es decir, bajos ingresos sin entradas de divisas, para una economía cada vez más dolarizada) y el 80 % tenía dificultades para vivir solo debido a distintas discapacidades. A su vez, el 8 % presentaba la necesidad de una cuidadora o cuidador a tiempo completo.
Desde 2016 la Encuesta Nacional sobre igualdad de Género (ENIG) demostró que las mujeres cubanas dedicaban 14 horas semanales más que los hombres a las tareas de cuidado o al trabajo no remunerado en el hogar.
Mercantilizar los cuidados, tanto de la primera infancia como de la vejez, no se traduce en garantizarlos. Los cuidados deben ser atendidos por el Estado de manera central y prioritaria, sin desplazar sus obligaciones y responsabilidades en este ámbito hacia el sector privado.
La crisis en los cuidados redobla o triplica la carga de desigualdad y pobreza de las mujeres cubanas: más desocupadas, sobrerrepresentadas en el empleo informal, con menos ingresos y a cargo de cuidados también precarizados.
Migración y mujeres
En los últimos dos años unos 533 mil cubanos llegaron a Estados Unidos (vías terrestre y aérea), cifra equivalente al 4,8 % de los 11,1 millones de habitantes. Alrededor de 17 mil pidieron refugio en México de enero a noviembre de 2023 (11 meses), y casi 12 mil ingresaron a Uruguay (2020 y 2021). Esto significa que, hasta el presente, el 38 % de las familias en Cuba tienen uno o varios de sus integrantes más importantes (hasta segundo grado de consanguinidad) residiendo en otro país.
“En términos de su composición, la población migrante cubana se sigue concentrando en edades jóvenes […] el grueso de esa migración sigue siendo una población en las edades productivas y reproductivas, entre los 19 y 49 años; con una creciente presencia femenina, y también de altos niveles de cualificación”. Así cita Cubadebate un informe del CEDEM de 2023.
La feminización de la emigración cubana no es un fenómeno nuevo. Especialistas señalan que el diferencial migratorio entre mujeres y hombres cubanos desde 1960 ha tenido una ligera preponderancia de las mujeres en los flujos externos. A partir de 1995, el diferencial de género se amplió desde el punto de vista cuantitativo, y hasta 2015 un 55 % de mujeres contra un 45 % de hombres emigraron hacia Estados Unidos por vías regulares.
No obstante, la feminización de los procesos migratorios externos se experimenta, no solo por superioridad cuantitativa de mujeres, sino por la manera en que ellas se integran a las rutas migratorias; por ejemplo, cuando emigran solas.
Históricamente, las mujeres han emigrado en compañía de sus parejas varones o con otros fam