Cuando era niña los adultos siempre rectificaban: “No se dice limpiapisos; se dice auxiliar de limpieza”. En esa simple aclaración de nomenclatura había una reivindicación del oficio que quizá yo no entendía. Para mí decir limpiapisos era como decir limpiabotas, una palabra compuesta para denominar un oficio que no deshonraba, en modo alguno, a quien lo practicaba.
Cuando yo tenía 14 años, tocó a la puerta de la casa una muchacha de mi edad. Era negra, alta, fuerte y hermosa. Preguntó por mi mamá y cuando la vio le dijo: “Yo soy Lianna, tu sobrina, la hija de tu hermana Ángela”. Mi mamá me contó que, como mi abuela no sabía hacer nada en la casa y lloraba delante de la batea de ropa sucia cada vez que tenía que lavar, buscó a una mujer para que hiciera las labores. Mientras mi abuela Nilda impartía clases en El Lucero en una escuelita multigrado, Catalina limpiaba la casa. Mi abuelo Aemir sedujo cortésmente a “la señora que limpia” y, aunque estuvo con mi abuela toda la vida, de su romance con Catalina, nació la bella Ángela.
Mi mamá, mi tía La China y mi tío El Chuny sí conocían a Angelita, porque mi abuelo la llevó a la Isla de La Juventud y vivieron juntos un tiempo con la aprobación de mi abuela. Luego los hermanos se desconectaron porque se mudaron a provincias diferentes. Hasta que Lianna, mi prima hermana, llegó de sorpresa y se quedó para siempre siendo parte de nuestra familia más estrecha. A través de ella se reconectó toda la parentela y, aunque no tenemos el mismo apellido, tuvo un hijo al que le puso Aemir, como mi abuelo.
Cuando mi tía Angelita comenzó a trabajar “de limpieza” porque tenía que mantener a sus hijos, lo hizo cubriendo a una trabajadora que estaba de licencia de maternidad. En aquellos años era difícil conseguir una plaza, porque la gente se jubilaba en su puesto. Después de un tiempito logró obtener la plaza fija como auxiliar de limpieza en el policlínico de Cruce de Los Baños, en III Frente. Para ella era un mérito haberlo logrado. Dice que una vez llegó una visita nacional y el primer reconocimiento fue para la limpieza del policlínico. Siempre fue muy esmerada en su trabajo y su centro fue, durante años, una referencia importante dentro de la región en cuanto a higiene.
Mi tía Angelita fue una trabajadora de prestigio, un ejemplo para sus compañeros y un orgullo para sus hijos. Tuvo momentos bonitos y momentos complejos. Perteneció al Órgano de Justicia Laboral durante años y le tocó participar en