El habanero Ángel de la Torre quiso vivir al natural, y para hacerlo se instaló como tal cosa en el bosque de La Habana. Foto: Tomada de Radio Habana Cuba.
¿Era un loco? ¿Un aventurero? ¿Un hippie que se adelantó a su tiempo? A la vuelta de los años transcurridos resulta imposible hallar la respuesta exacta. El caso es que el habanero Ángel de la Torre quiso vivir al natural, y para hacerlo se instaló como tal cosa en el bosque de La Habana.
No demoró en alcanzar celebridad a medida que sus hazañas eran reseñadas por la prensa y seguidas por una cada vez mayor cantidad de público, mientras que las autoridades las ignoraban por considerarlas fruto de un lunático simple e inofensivo, que sabía muy bien, sin embargo, asegurarse la popularidad. Bien pronto ganó el sobrenombre de Tarzán cubano, que a diferencia del Tarzán de Hollywood, que era blanco y lampiño, lucía barbas y una tez algo amulatada.
Un clavado perfecto
Excentricidades aparte, no puede negarse que Ángel de la Torre no rehuía las situaciones más riesgosas, a veces con peligro para su vida, como aquella mañana en la que se tiró desde el puente Asbert —el llamado puente de 23— a las aguas del Almendares. Un clavado perfecto y espectacular que cortó el aliento a los cientos de personas y no pocos periodistas que, av