El pasado 27 de enero asistí a una exposición de artes visuales conformada por obras producidas solo por mujeres cubanas. De las doce artistas que integraron la nómina, sólo conocía —y admiraba— el trabajo de cuatro: Rocío García, Lianet Martínez, Mabel Poblet y Gabriela Reyna. Y a ver sus piezas acudí. El día de la inauguración, me fui frustrado. Era tanto el público que apenas se podía dar un paso, mucho menos apreciar lo que se exhibía.
Días después logré contactar a Chrislie Pérez, la curadora, quien amablemente abrió la galería para mí. Entonces tuve la ocasión de constatar lo atractivo de su propuesta. Obras sólidas, plurigenéricas, maduras, incitantes y sumamente expresivas que formaban un todo armónico. Incorporé a mi lista de nombres a seguir —y a admirarar— a Brenda Cabrera, Clara Massó —a quien pude conocer en persona esa tarde—, Greta Reyna, Anyelmaidelín Calzadilla, Nerea Vera, Nadia Díaz, Gabriela Pez y Unicorn_bitchm (nombre artístico de Mónica Ge Bravo).
Chrislie (La Habana, 1985) es curadora, crítica de arte, profesora e investigadora. Doctorante en Ciencias sobre Arte en la Universidad de las Artes (ISA). Es, además, especialista principal de la Colección de Artes Visuales del Consejo Nacional de las Artes Plásticas (CNAP).
Sus más recientes curadurías son: Soñar despierto, 2022; exposición colectiva por el 60 aniversario de la Escuela Nacional de Arte, Galería El reino de este mundo, Biblioteca Nacional de Cuba; Luz roja, 2021, exposición personal de William Acosta, Galería ARTIS 718 y A mano y sin permiso, 2020; exposición colectiva de carteles por y para el arte cubano, Galería Habana.
De todo lo conversado con Chrislie y Clara nació la idea de esta entrevista. Allí me enteré de que Piso34 no es solo una exposición ocasional, sino un empeño mayor. Y por ahí comenzaron mis indagaciones.
¿Qué es la plataforma Piso34?
En mi carrera como curadora y crítica de arte he podido constatar el desbalance en la promoción de artistas mujeres en los circuitos del arte contemporáneo. Las estadísticas nos dicen que el mundo de las artes visuales sigue siendo protagonizado por los hombres. Los espacios que ocupan las mujeres artistas son, a todas luces, insuficientes.
Cuba no es la excepción. Una mirada panorámica hace evidentes las brechas, barreras e inequidades de género, si tenemos en cuenta el importante número de artistas mujeres que acceden al sistema de enseñanza de arte, pero que luego no se ven representadas equitativamente en los circuitos de circulación.
Me gustaría poner algunos ejemplos sencillos y que forman parte del día a día; a veces no nos damos cuenta de que son expresiones de este desequilibrio. En lo que se refiere a la promoción, un breve recuento de las exposiciones individuales y colectivas organizadas por las instituciones del arte manifiesta que solo una minoría incluye el trabajo de las mujeres. Sin contar que muy pocas abordan problemáticas inherentes a la realidad femenina. Visitemos el Museo Nacional de Bellas Artes. ¿Cuántas mujeres se exhiben en las salas de arte cubano?
Hagamos ese ejercicio y será evidente que es una cifra comparativamente menor respecto a los artistas hombres. Es cierto que el Museo tiene una perspectiva historiográfica y otra serie de limitaciones de índole extra artística que quizá no le permiten mostrar todo lo que quisiera, pero sería bueno contar con una mirada consciente en ese sentido para mitigar este desbalance. Es una idea.
No se trata de cuestionar el trabajo del Museo, sino de llamar la atención sobre cómo se reproduce el patriarcado a todos los niveles. ¿No es sintomático que en veintinueve años solo cuatro mujeres hayan sido galardonadas con el Premio Nacional de Artes Plásticas, y una de las veces compartido con un hombre? (Rita Longa dividió honores con Agustín Cárdenas en 1995). ¿Se debe realmente a que, como muchos opinan, los hombres hacen mejor arte?
Por suerte, en los últimos cinco años la fortuna ha tocado a las féminas, y se han reconocido por la obra de toda la vida a Lesbia Vent Dumois, Flora Fong y Zaida del Río. Si vamos a las iniciativas editoriales, solo unas pocas están dedicadas a artistas mujeres. Lo mismo ocurre con los circuitos comerciales. Son escasos los nombres femeninos en las nóminas de las galerías, en ferias y subastas.
Digamos que para intentar transgredir este escenario surge la plataforma Piso34, con un carácter inclusivo y orientada a apoyar y catalizar los procesos artísticos gestados por mujeres creadoras. Igualmente, pretendemos forjar e implementar acciones y estrategias que favorezcan la equidad en la visibilización y promoción de las mujeres artistas en el contexto cubano del arte contemporáneo.
Entiendo que encontraré no pocos obstáculos en el camino, pero es algo que considero necesario. Sé también que no voy a resolver el problema, pero al menos es un primer paso. Esta situación no se da solo en Cuba; es un asunto global. Existen plataformas similares a Piso34 a nivel internacional, como The Great Women Artists, Mujeres en las artes visuales o Mujeres mirando mujeres, por citar algunas.
Más allá de este propósito general, tenemos otros objetivos concretos. Nos interesa ofrecer espacios que permitan visibilizar y potenciar el arte hecho por mujeres, poniendo énfasis en la diversidad creativa. Estos espacios pueden ser exposiciones, publicaciones, eventos teóricos, intercambios, talleres. Las posibilidades son muy amplias; y su realización dependerá, además de nuestra voluntad, de los recursos y el apoyo por parte de otras iniciativas e instituciones. Con esto digo que estamos abiertos a la colaboración, porque creo verdaderamente en los resultados del esfuerzo conjunto.
Es prioritario favorecer un ambiente seguro que permita el intercambio de experiencias entre las artistas involucradas y que, a su vez, propicie el apoyo colectivo y el trabajo grupal. Enfocarnos en construir una red real de colaboración es una forma de subvertir patrones hegemónicos.
A las mujeres nos enseñan a competir entre nosotras para ganarnos un lugar. Debemos ser las más bonitas, las más delgadas, las más jóvenes. Sin embargo, existe un poder inexplorado en la sororidad. Lo pude constatar con esta exposición. Todas pusimos nuestro esfuerzo y el resultado fue muy hermoso, y trasciende lo que se mostró al público. Conocí y pude intercambiar con mujeres maravillosas que admiro como profesionales y seres humanos.
Otro de los objetivos es alentar el coleccionismo de obras hechas por mujeres. El coleccionismo es una estructura legitimadora dentro del sistema del arte contemporáneo, pero para las mujeres tiene un beneficio mayor. Obtener independencia económica, multiplicar su poder y otorgarles una posibilidad real de emancipación.
Reconocer de manera consciente la participación de las mujeres en el arte es de suma importancia, no solo porque se trata de una voz que no debe ser silenciada, sino también por el inmenso valor creativo de las obras y las problemáticas que abordan. Para esto trabajamos.
¿Se limitará solo a las artes visuales?
Este es un proyecto en el que no estoy trabajando sola. Me acompaña Gabriela Balloqui, graduada de Dramaturgia en la Universidad de las Artes, escritora y con un interés especial en el audiovisual y en las zonas liminales entre el teatro y el performance.
Esta diversidad en nuestra formación nos ha hecho entender la necesidad de proyectarnos como espacio transdisciplinar, que promueva la libertad creativa al funcionar con un concepto de arte expandido. Nos autodefinimos como un territorio inclusivo, pues pretendemos abarcar las diversas expresiones artísticas: teatro, cine, literatura, música, danza y, por supuesto, artes visuales, desde una perspectiva más abierta a la experimentación y enfocada a explorar los territorios en los que se imbrican unas y otras. Además, las inequidades de género en la promoción de las mujeres artistas no se dan solo en el campo de las artes visuales.