El exsenador de La República Emilio Bacardí Moreau, empresario, gestor cultural, mecenas, historiador y escritor, famoso por el ron nombrado con el apellido de su familia paterna, fue un intelectual que también trascendió por otros aportes a su natal ciudad de Santiago de Cuba, donde desempeñó el cargo de alcalde durante dos períodos.
Entre estas contribuciones destaca la creación de una biblioteca, la Academia Municipal de Bellas Artes, la Banda Municipal y el Museo Municipal, primero de su modalidad en Cuba, inaugurado el 12 de febrero de 1899, en los números 25 y 27 de la calle Santo Tomás (Félix Pena).
“Gracias a su labor filantrópica se conservan allí valiosas reliquias de la gesta independentista, armas antiquísimas de la conquista, piezas de culturas aborígenes y documentación histórica de valor incalculable. Existen, además, objetos exóticos de milenarias civilizaciones, una fastuosa galería de artes plásticas —que incluye cuadros procedentes del Museo del Prado— y una exclusiva momia egipcia”, refiere su biógrafo Igor Guilarte Fong.
Tal vez, por su novedad, el más llamativo de los objetos expuestos desde entonces sea la momia, traída desde la tierra de los faraones por el autor de las novelas Vía Crucis, Doña Guiomar y Filigrana y de la compilación Crónicas de Santiago de Cuba, en 10 tomos.
Bacardí emprendió un extenso viaje, acompañado de su esposa, Elvira Cape Lombard, en 1912. Visitaron Egipto, Jerusalén, Nápoles, Roma, París, Madrid, Cádiz y Barcelona. Esta última ciudad la conocía bien porque allí había estudiado. Gestionaba entonces la edición de dos libros en España, uno de ellos sería la novela Vía Crucis.
Aprovechó aquellas vacaciones para recorrer lugares de interés económico y social en la urbe industrial. En los numerosos baúles que trasladaba la familia llevaban varias reliquias adquiridas en Egipto. Habló del tema con periodistas de la revista Cuba en Europa, quienes quedaron sorprendidos al conocer que había adquirido una momia; noticia que de inmediato divulgaron los redactores.
Les dijo que compró el cuerpo sagrado a un anticuario en Luxar, antiguamente conocida como Tebas. Su intención era llevar la pieza arqueológica al museo creado por él. Para pasar los controles aduanales tuvo que “tocar” con dinero a los funcionarios egipcios.
En un texto publicado por El Cubano Libre, periódico santiaguero, Bacardí retomó el tema, bromeaba sobre los avatares de aquel viaje:
Va completamente bien, en doble caja y con grapas de hierro que pusieron en el Museo. El rumbo será del Cairo a Port Said por ferrocarril; de allí en vapor a Hamburgo; de Hamburgo a Nueva York, y de Nueva York a Santiago de Cuba. ¡No podrá quejarse quien murió 2, 000 años antes de Jesucristo de renacer en la Tierra para recorrer Europa y América, arrastrada por locomotoras y surcando el mar bajo la bandera del Imperio Alemán movida por potentes hélices! ¡Originalidades de la vida! ¡Y a reposar sus huesos en una tierra desconocida y pasar a ser propiedad de una ciudad de pobres diablos!
Sin perder el tono jocoso, le decía en una carta a su amigo José Bofill, Director del Museo en esa época:
Voy cogien