Díaz-Canel el viajero
Fue noticia esta semana que el presidente Miguel Díaz-Canel se encuentra visitando varios territorios del país, esta vez con la intención de explorar los «lugares donde las cosas no funcionan tan bien» y «buscar soluciones».
En sus recorridos anteriores Díaz-Canel, en sus propias palabras, había visitado «experiencias exitosas». Ahora hizo el viaje en dirección contraria.
El mandatario ha pasado los últimos días viajando, acompañado por Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización y Política de Cuadros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) y miembro del Buró Político. El jueves estuvieron en Ciego de Ávila. El viernes fueron a Cárdenas, en la provincia de Matanzas. El sábado estaban en la Isla de la Juventud.
En todos los casos, Díaz-Canel fue bastante crítico con los centros visitados. En Nueva Gerona, por ejemplo, señaló la mala planificación de la Empresa Agropecuaria Industrial e invitó a «sembrar más». También observó la alta tasa de mortalidad infantil en la Isla de Juventud que alcanza 9.3 por cada 1.000 nacidos vivos. En la empresa pesquera local manifestó confianza en que podrán mejorar el cumplimiento de sus planes.
En Ciego de Ávila, el presidente cubano fue muy duro con la polémica bioléctrica Ciro Redondo. «Me cuesta mucho comprender por qué en más de tres años una inversión como esta no tiene resultado», dijo.
La bioléctrica es un proyecto en el que se haya implicada China, que tiene un gerente encargado de la tecnología. «Aquí hemos enterrado el dinero del país», concluyó Díaz-Canel.
Esto significa una estrategia suprafiscalizadora por parte de los más altos funcionarios del país, que de paso pretende tanto promocionar las experiencias económicas excepcionalmente exitosas al tiempo que llama la atención sobre el fracaso de otros proyectos. Estas visitan también pudieran ser parte del avisado proceso de rectificación de errores que pretende corregir las evidentes distorsiones de la economía cubana.
Nuestra opinión es que estas visitas de alto nivel, aunque son parte de la tradición administrativa del PCC, expresan una opción desesperada, a tono con la crisis económica que enfrenta Cuba. Que sean especialmente elogiosas o críticas, revela el tono de los tiempos que corren.
Que el presidente de un país tenga que ir a una empresa o comunidad para llamar la atención sobre su mal funcionamiento evidencia que el resto de los mecanismos fiscalizadores —ministerios y administraciones locales— están siendo inoperantes. Exponen la inviabilidad de un estilo de administrar centralizado, en el que las responsabilidades a menudo son evadidas y el control popular está tan burocratizado que termina diluyéndose.
Asimismo, si bien es positivo que los altos dirigentes estén en contacto con las experiencias fracasadas, y las critiquen públicamente, en muchos casos el discurso sigue asumiéndolas como fenómenos fortuitos, resultado de un mal trabajo de quienes están al frente de estas, o de