«Hablar de matices es dormir con el diablo» fue la frase de la congresista por el distrito 27 de la Florida, María Elvira Salazar, que sintetiza el pensamiento sobre Cuba, Estados Unidos y el mundo en general, de un sector de la comunidad cubana: el anticastrismo antidemocrático macartista. La expresión salió a propósito del testimonio del subsecretario asistente para asuntos hemisféricos Eric Jacobstein, en el que mencionó que tanto el departamento de Estado como la embajada en La Habana llamaban a no usar absolutos al mirar a los nuevos empresarios en Cuba.
Jacobstein presentó la ayuda a un sector privado independiente en la economía cubana como parte de la estrategia de Biden para promover los derechos humanos en la Isla. Jacobstein fue el primer funcionario de esta administración en ir a una audiencia congresional, explicar esa lógica del presidente Obama para Cuba y salirse con la suya. Tan obsesionada andaba Salazar con su fantasía de que los empresarios cubanos eran un «mito» y en excluir a su colega Barbara Lee, que ni la vio venir. Esa complementariedad entre desarrollo económico y mejoría gradual de derechos humanos es incompatible con el esquema de «todo o nada» de la ley Helms, que es una política de cambio de régimen, no de derechos humanos.
Si Jacobstein dijo el pensar de la administración Biden, como se supone, es difícil entender la demora del presidente en levantar las sanciones económicas y financieras que golpean más al sector privado —según estudios del economista Pavel Vidal—, que al estatal. Tómese nota también en los sectores que repiten de cara a la coyuntura electoral el mantra de que Biden ha cambiado poco. Una elección no es un plebiscito.
María Elvira, como es conocida la congresista Salazar en la comunidad por sus incursiones en la TV del sur de la Florida, no entiende nada de eso. Nada identifica más al exilio anticastrista y antidemocrático que una cosmovisión binaria de dualidades absolutamente claras: ellos/nosotros, bien/mal, castristas versus anticastristas, comunistas versus anticomunistas. No hay espacio ni legitimidad para terceras posiciones, ni matices. «Si Dios está contigo, ¿quién contra ti?» era el lema de sus primeras campañas mediáticas cuando pasó de canales hispanos con alcance nacional, a servir y ser servida desde la cultura autoritaria del enclave cubanoamericano de Miami. Si Dios está con Maria Elvira ¿Quién puede estar contra sus posturas? El Mal y solo el mal. Con la Biblia cristiana en una mano y la mentira macartista en la boca.
Salazar no ha creado esa «visión» de hacer política, pero se educó en ella, y se ha beneficiado de ese maniqueísmo. Trató un tiempo de salirse de esa adicción, pero como los borrachos secos, casi llega al otro extremo. Años antes, se refirió a Fidel Castro con el título de «comandante» y «héroe romántico», sin embargo eso no les importa a sus seguidores, porque estaba tratando «de triunfar», haciendo su trabajo, que era lograr una entrevista, a lo que costase. Por eso puso su foto con Fidel Castro en su oficina congresional. Logra lo que se propone.
Despacho de María Elvira Salazar con la foto de su entrevista a Fidel Castro / Foto: Cuenta de X de María Elvira Salazar
Criticar la gestión del gobierno cubano y a la vez discernir las responsabilidades que tiene en los males del país la guerra económica contra Cuba, que no se aflojó ni en medio de la pandemia global de covid-19 es —según Maria Elvira— distraer. Hay que estar claros: toda la culpa es del «régimen». Cuba en 1959 era «una tacita de oro», «una joyita». Es el mismo pensamiento dicotómico que un tiempo atrás, en Cuba revolucionaria, culpaba al bloqueo de todo. Ahora es lo mismo, al revés. Analizar con colores y matices es confundirse.
María Elvira retoma acusaciones de quinta columna, agentes de influencia y complicidad con el «peor y más cruel régimen, que ha cometido los crímenes más atroces del hemisferio desde que Cristóbal Colon pisó estas tierras en 1492». ¡Fuerte el numerito! ¿Y la esclavitud? ¿Y los múltiples genocidios desde la colonización y hasta en la década de los ochenta en Guatemala? ¿Y la reconcentración de Weyler? La visión de la congresista «historiadora» sería un gran aporte al estudio de la historia. Si pudiese sustentar lo que dice.
Exclusión ideológica contra la congresista Barbara Lee
En el diseño de los padres fundadores, el Congreso es la piedra angular de la República americana. La deliberación en esa institución de representantes de los más diversos intereses del país, o por lo menos de sus elites, fue concebida para encontrar soluciones ilustradas. La República no puede funcionar si la deliberación es sustituida por la exclusión de los oponentes.
María Elvira Salazar, que dice representar a los cubanos en el congreso, debería dedicar un tiempo a leer los Federalist Papers[1]. En Estados Unidos, no hay un soviet de las nacionalidades. La representación es solo territorial, no étnica. El sub-comité de asuntos hemisféricos no es de Salazar, es del congreso. Diga lo que haya dicho Barbara Lee, tiene la misma representatividad para hablar de la política hacia Cuba que cualquier miembro del congreso, incluyendo Salazar. En un orden que prioriza a los miembros, es cortesia dejar hablar en la instancia a quien esté allí por mandato de los electores.
A nadie que conozca a Salazar le puede sorprender que excluyó de la sesión d