Palabras pronunciadas por el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, Ricardo Ronquillo Bello, en la inauguración del IV Festival Nacional de la Prensa “Julio García Luis”
Mientras nos reunimos, por videoconferencia desde la sede nacional de la Upec, en el inicio del 4to. Festival Nacional Virtual de la Prensa “Julio García Luis” las bombas caen inclementes sobre Gaza. El crimen no podría ser más impune ni menos grotesco: 26 mil seres asesinados, buena parte de ellos capullos a los que la maquinaria de guerra sionista y el imperialismo cómplice les priva de llegar a ser flor de la vida.
Se unen al martirologio más de un centenar de los colegas palestinos y de medios que intentan proyectar, desde los escombros, la atrocidad de esta cruzada diabólica.
Es como si todos los poderes del maligno se impusieran en una tierra que todos esperaríamos más santa, o tal vez medianamente piadosa por sus orígenes y creencias.. Por lo bárbaro de lo que ocurre ya no alcanzará el humilde Muro de los lamentos…
Ni siquiera un altísimo tribunal, que esperábamos fuera de la justicia y la concordia mundial, se atreve a llamar la matanza por su nombre, mucho menos a proferir el fallo de detenerla. Los jueces se van a casa a cenar con sus familias y a mirar enajenados -tal vez hasta avergonzados- como este apocalipsis sigue hasta su juicio final a espaldas a los preceptos cristianos de Jesús, el de Nazareno.
El pueblo cuya tierra padece decenios de usurpación y vejaciones, ahora bajo el fallo inapelable de la metralla, es acusado de terrorista. La ensangrentada víctima convertida en culpable por obra y gracia del expansivo armagedón distorsionador.
Quienes seguimos esta tragedia tenemos que preguntarnos ¿cuáles otras naciones o pueblos serán las próximas víctimas si la canallada se impone sobre cualquier despojo de la civilización?
Entre tanta confusión impuesta o yuxtapuesta, nosotros en Cuba tenemos que hacerlo, mientras otros, irresponsable o ingenuamente, evaden la interrogante, porque este país fue sometido -también por decenios- a castigos iguales o parecidos y bajo el mismo imperturbable cinismo de considerar a las víctimas del acoso, el crimen y el terror como terroristas, o cuando menos habitantes de un estado tan forajido como fallido.
Tenemos que hacerlo, porque los últimos años de acoso, agresión múltiple y sobrevivencia espartana no