En el 171 aniversario de su nacimiento, José Martí sigue tan lúcido como cuando tenía 30 años. La relectura de sus Diarios me ha dejado alelado por la cultura, la sensibilidad, la ética, la honestidad y la conexión con la Cuba —que ahora llamaríamos «profunda»— de un hombre que en campaña era capaz de nombrar decenas de especies de la flora, desde República Dominicana hasta el oriente cubano; también podía nombrar manjares guajiros, simples y sabrosos, como su existencia lo era. Lo hacía como si siempre hubiera vivido en el campo caribeño. Podía anotar giros lingüísticos de los sujetos que se encontraba en su camino con la gracia de quien lo hace con sosiego, pero en realidad iba a caballo o a pie por el monte en marcha a veces dolorosa durante sus últimos días de vida.
Los Diarios de Martí son una obra literaria portentosa, además de ser documentos históricos invaluables. Solamente con ellos podemos hacernos una idea bastante poderosa de cómo había llegado Martí hasta ese momento con la carga de amor por Cuba sobre sus hombros, con el deber con la independencia de los cubanos, con la obsesión por una república democrática y cívica. Podemos entender así por qué era posible que a su paso se deshicieran de admiración y cariño por él gentes tan diferentes —campesinos que lo conocían de pasada y mambises curtidos en la Guerra Grande— que no dudaban en llamarlo presidente.
Sobre todo en el último diario, en el de Cuba, Martí enseña su espíritu preocupado y dolido porque los grandes jefes lo miran con sospechas o celos o porque le achacan posturas políticas y ambiciones que no son las de él —ni antes ni tampoco en la manigua—.
En las páginas aparece hermosa y cruda la naturaleza del monte cubano, de las montañas, de los ríos, de los bosques, de los llanos, de las frutas y de las costumbres de la gente rural sobre mejunjes, tisanas, remedios y magia de curaciones.
Sobre los Diarios de Martí escribió Guillermo Cabrera Infante:
«Entre el comienzo dominicano y su fin en Dos Ríos el escritor produce páginas de diario que son en realidad trozos de memorable, maestra literatura. Martí no pretende hacer gran literatura, es evidente, pero no puede evitarlo: según va a la muerte, la expedición guerrillera es su camino de perfección literaria*».
Para este enero de 2024 he seleccionado ideas, frases y pasajes de los Diarios de Martí como homenaje a él y como recordatorio de la grandeza de este ser humano del siglo XIX que nos sirve de patrón en el siglo XXI, no sé si por carencias de nuestra estirpe —y nuestra necesidad de ejemplos— o por fortuna de la tierra cubana.
Diario de Montecristi a Cabo Haitiano
1 de marzo
Salcedo, sin queja ni lisonja, porque me oye decir que vengo con los pantalones deshechos, me trae los mejores suyos, de dril fino azul, con un remiendo honroso: me deslíe con su mano, largamente, una dosis de antipirina: y al abrazarme, se pega a mi corazón.
2 de marzo
Duerme mal, el espíritu despierto. El sueño es culpa, mientras falta algo por hacer. Es una deserción…
Cuando los aranceles son injustos, o rencorosa la ley fronteriza, el contrabando es el derecho de insurrección. En el contrabandista se ve al valiente, que se arriesga; al astuto, que engaña al poderoso; al rebelde, en quien los demás se ven y admiran. El contrabando viene a ser amado y defendido, como la verdadera justicia.
3 de marzo
Es inútil, y generalmente dañino, el hombre que goza del bienestar de que no ha sido creador: es sostén de la injusticia, o tímido amigo de la razón, el hombre que en el uso inmerecido de una suma de comodidad y placer que no está en relación con su esfuerzo y servicio individuales, pierde el hábit