El pasado también es un lugar donde buscar respuestas para el futuro. Cuba demanda, con urgencia, soluciones justas y sostenibles a su crisis estructural; y debemos buscarlas aun en el lugar y la dimensión más insospechada donde puedan ser encontradas.
Martí es un universo imprescindible. A 171 años de su nacimiento es un apremio moral conocer sus ideas sobre la política, el partido, el republicanismo y el proyecto histórico de justicia.
Hace unos años realicé esta suerte de “entrevista”* al Apóstol de la independencia política cubana, de la cual tomo algunos fragmentos con la esperanza de que puedan aportar luces a los debates de hoy y a la reconfiguración de las brújulas que la nación necesita; que necesita la gente; que necesitan la justicia y la democracia.
Dejemos que Martí vuelva a tomar la palabra.
Volviendo a su idea de inquirir en “antecedentes” y “hábitos comunes”, ¿qué luces podemos encontrar en la historia liberadora de Cuba para persistir en ella con más claridades?
En la verdad hay que entrar con la camisa al codo. Nada hay más justo… que dejar en punto de verdad las cosas de la historia. La verdad no se razona: se reconoce, se siente y se ama.
Engendrado por las ideas republicanas entendió el pueblo cubano que su honra andaba mal con el gobierno que le negaba el derecho de tenerla. [Pueblo que se alzó contra] la prosperidad maldecida porque era prosperidad esclava y deshonrada. Demostración que ha dado de su capacidad para la república el pueblo revolucionario cubano. [Por ello], a quien crea que le falta a los cubanos coraje y capacidad para vivir por sí en la tierra creada por su valor, le decimos ¡Mienten!
[Hay que] procurar desde la raíz salvar a Cuba de los peligros de la autoridad personal y de las disensiones en que, por la falta de intervención popular y de los hábitos democráticos en su organización, cayeron las primeras repúblicas americanas… para asegurar a la vez la intervención continua del pueblo cubano en el manejo de sus asuntos. [Hay que rescatar] al pueblo que vigila y confía.
La revolución de justicia y de realidad, para el reconocimiento y práctica franca de las libertades… sin miedos canijos de unos a la expresión saludable de todas las ideas… no se propone el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar un pueblo nuevo y de sincera democracia… No tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere a la Isla como su presa y dominio.
El oficio de los libertadores no es alquilar elocuencias… la labor revolucionaria… es oficio de los libertadores. Los que no trabajan para sí, sino para la patria; los que no aman la popularidad sino al pueblo; los que no aman la misma vida, sino por el bien que pueden hacer en ella, ésos, mano a mano con todos los hombres honrados, con los que no necesitan lisonjas ni carteo con los que no sacan de la vanidad su patriotismo sino de la virtud, llevan adelante, aunque de las gotas de su corazón vayan regando el amargo camino, la obra de ligar los elementos dispersos y hostiles que son indispensables a la explosión de la libertad y a su triunfo.
Se dice cubano, y una dulzura como suave hermandad se esparce por nuestras entrañas… y echa las alas el corazón enamorado para amparar al que nació en la misma tierra que nosotros, aunque el pecado lo trastorne, o la ignorancia lo extravíe, o la ira lo enfurezca, o lo ensangriente el crimen.
¿[Haríamos] los cubanos una revolución por el derecho, por la persona del hombre y de su derecho total, que es lo único que justifica el sacrificio al que se convida a un pueblo, y negaremos, al día siguiente del triunfo, lo