Querido José Martí,
hoy, 28 de enero,
no Cuba, es el mundo entero
el que se acuerda de ti.
2024, sí.
Siglo XXI (cruento).
Tercer Milenio (violento).
Y Cuba entre “ya” y “aún”
a 171
años de tu nacimiento.
Martí: tu luz matutina
sigue alumbrándonos tanto
que eres apóstol y santo
y héroe y amigo y genuina
fuente que nos ilumina
y nutre desde el ayer.
Martí, tu forma de hacer
patria mantiene vigencia.
Eterna es tu omnipresencia,
tu sol al anochecer.
Martí: María Mantilla
pregunta a ratos por ti.
—¿Dónde estás, José Martí,
grande de la Gran Antilla?
Se le moja la mejilla
y a la vez canta tus versos.
Martí, hacedor de universos,
gestor de sueños, poeta,
vuelve, renace: el planeta
necesita tus refuerzos.
Martí: Leonor y Mariano,
de Canarias a Valencia
expanden la quintaesencia
de tu corazón cubano.
Martí, tú eres tan martiano
que todos los que nacimos
en esta isla y crecimos
leyéndote y estudiándote
hoy estamos celebrándote,
entre regaños y mimos.
Martí: Rafael Mendive,
maestro, amigo, mentor,
se siente mucho mejor
al ver que tu ejemplo vive.
Desde La Habana te escribe.
Está orgulloso de ti.
Hace unos días lo vi
sentado en un viejo muro.
Le pregunté: “¿Y el futuro?”
Y me respondió: “Martí”.
Martí: tu amigo Fermín
Valdez Domínguez no sabe
de una situación tan grave
como tu temprano fin.
Por cierto, vaya festín
en tu voz, cuánta matrícula
en tu voz, en la cuadrícula
de copias del ser que eres.
Por cierto, ¿y Fernando Pérez?
¿Te gustó o no su película?
Martí: tu amigo Rubén
Darío, el de Azul, me ha escrito.
—José Martí es infinito.
Lo hizo todo y lo hizo bien.
Julián del Casal también.
Y Francisco Villaespesa.
Pilar y Nené Traviesa.
Me escribió hasta Don Pomposo
preguntándose, nervioso,
cómo medir tu grandeza.
Martí: tu amigo Gonzalo
de Quesada se pregunta
viendo la estrella ¿cuál punta
es tu índice? ¿En qué intervalo
de tiempo alumbra tu halo,
tu haz de luz? ¿Cuando se mueve
la luz del Morro y promueve
estructuras circulares
son índices medulares
que vienen del XIX?
No, no eres un monumento
ni una estatua en pedestal.
No eres busto de cristal
ni eres lacre macilento.
Eres tierra y agua y viento.
Eres luz, cura y herida.
Eres Cuba dividida.
Eres el único puente
que une, inteligentemente,
a la isla y a la Florida.
No, no eres una abstracción,
ni una piedra arrojadiza,
ni una moneda mambisa,
ni un salmo de absolución.
Eres la prolongación
de ti mismo en muchos hombres.
Una sucesión de nombres
con diferente apellido.
Fuiste, eres, serás y has sido.
Espero que no te asombres.
Cuba está llena de ti.
Y Nueva York y Florida
y Aragón (que no te olvida)
y México. A ti, Martí
se te ama y estudia y
enaltece donde quiera.
Valencia otra vez te espera.
Y Habánana. Y finca El Abra.
Destinos de tu palabra
libertaria, verdadera.
Me recuerdo adolescente
(pre-adolescente quizás),
en sillas, camas, sofás,
leyéndote, simplemente.
El mártir de la ancha frente.
El mártir de allá y de aquí.
Y me pregunté (¿intuí?)
si no sería profética
la similitud fonética
entre “mártir” y “Martí”.
Primero, me deslumbraron
tus canarios amarillos,
complejos versos sencillos
que a pensar me convidaron.
Luego, tus manos me hablaron
de la “pequeñez grandiosa”.
Y finalmente tu prosa,
a la vez barroca y suave,
a la vez sencilla y grave,
me dijo “esto es otra cosa”.
Y Abdala. Y La Edad de Oro.
Y el camarón encantado.
Parte de tu apostolado
es literario tesoro.
Te leíamos a coro
desde la escuela primaria.
Y a coro en la secundaria
y en el preuniversitario.
Un legado necesario.
Una fuente necesaria.
Me recuerdo jovenzuelo,
(aprendi