LA HABANA, Cuba. – José Martí, como todos los años, recibe homenajes en el 171 aniversario de su nacimiento, con ofrendas florales, conferencias, documentales, actos políticos y la Marcha de las Antorchas desde la escalinata de la Universidad de La Habana hasta la Fragua Martiana. Si el Apóstol pudiera ver Cuba en la actualidad, se horrorizaría al constatar que no es la República que él ideó “con todos y para el bien de todos”.
Los criollos sumidos en la pobreza no podrían brindarle la tradicional tacita de café azucarado, ya que la principal industria nutricia de la cubanidad fue destruida por la Revolución. El Gobierno haría un agasajo y le impondría medallas en el pecho. Seguramente él se sentiría abrumado por las medidas, reglamentos y resoluciones, y lo incorporarían a un grupo de trabajo para la innovación adscrito al Programa Macroeconómico, donde no podría hacer valer sus opiniones para reconstruir el país.
En el barrio y la calle, Martí se alarmaría por la ausencia de valores cívicos y morales, el comportamiento vulgar, las palabras soeces, las faltas de ortografía, las colas para comprar lo poco ofertado y los precios de espanto, la música a todo volumen, los empujones para entrar a los ómnibus donde se puede perder el teléfono celular y la pobre b