Cambio de funcionarios, ¿cambio de política?
Fueron noticia esta semana varios nombramientos y «liberaciones» a funcionarios de la cultura.
El pasado 8 de enero se comunicó oficialmente la sustitución de Kenelma Carvajal y Fernando Rojas por las nuevas viceministras Lizette Martínez Luzardo y Lillitsy Hernández Oliva en el Ministerio de Cultura (Mincult). La primera se desempeñaba como directora general de Políticas Culturales y la segunda presidía el Consejo Nacional de las Artes Escénicas.
Rojas fue designado asesor del ministro de Cultura, que sigue siendo Alpidio Alonso Grau, mientras que Carvajal asumirá «nuevas tareas» no precisadas en la nota. Estas sustituciones fueron presentadas como una renovación generacional que corrobora «la confianza de la Revolución en los jóvenes».
Pocos días después, se supo que Luis Morlote Rivas, quien presidía desde 2019 la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), había sido promovido como funcionario al Departamento Ideológico del Comité Central del Partido «como preparación para futuras responsabilidades en el Partido y las instituciones». Al frente de la Uneac fue ascendida provisionalmente la musicóloga Marta Bonet, que ocupaba la primera vicepresidencia de la organización.
Esto significa que se está produciendo una significativa renovación de cuadros de la cultura, que es inevitable relacionar con las crisis particulares enfrentadas por el sector en los últimos años.
El Movimiento San Isidro, la protesta de artistas ocurrida el 27 de noviembre de 2020 y más recientemente reactivada en 2023 Asamblea de Cineastas, han sido desafíos con una dimensión política que superan la capacidad de gestión de la burocracia cultural. El hecho de que la viceprimera ministra de la República de Cuba Inés María Chapman tuviera que dialogar con los creadores, por la ausencia de entendimiento con los funcionarios del Mincult, apoya esta hipótesis.
Opinamos que estas sustituciones y promociones podrían estar anunciando incluso el nombramiento de un nuevo ministro en los próximos meses.
Alpidio Alonso, el actual titular de Cultura, ha recibido numerosas críticas de diversos sectores de la sociedad civil principalmente de artistas e intelectuales. Le tocó manejar el Mincult en una época de crisis y no ha podido conciliar y resolver las demandas, ni de las instituciones de la cultura, ni de los creadores.
El diálogo no ha caracterizado su gestión. Se ausentó durante los sucesos del 27n de 2021 y se le recordará por el célebre manotazo que lanzó días más tarde a un periodista independiente.
Por su parte, el viceministro Fernando Rojas, si bien ha tenido un mayor intercambio público con los artistas e intelectuales, su imagen también ha sido dañada por ser la cara visible de batallas perdidas antes de empezar. Dos momentos que ilustran lo antes dicho han sido su defensa a ultranza del célebre Decreto Ley 349, al parecer engavetado pero no derogado, y luego, su negación a reconocer la evidente violación de derechos de autor a la obra La Habana de Fito y sus realizadores por parte del Mincult y la televisión cubana.
El sector de la cultura, presupuestado casi inevitablemente, sufre la crisis económica del país con muchísimo rigor. La mayoría de los grandes teatros está cerrados por necesidades constructivas, y muchos rostros visibles de las artes cubanas han emigrado en los últimos años, por solo poner dos ejemplos.
Renovar funcionarios, podría servir para ganar tiempo y, ojalá, para iniciar una política cultural más flexible y eficiente. Al menos por ahora, el gobierno entendió que, aunque no haya cambios relevantes, las actuales caras de la burocracia cultural están agotadas.