CIUDAD DE MÉXICO. – “Es como un corrientazo de energía que me llena de calambres todo el cuerpo. Hay un momento que solo siento como late el corazón, y se me tupen los oídos. A muchos les provoca caminar rápido, pero a mí me da por ir lento”, narra Josué.
Este joven habanero de 23 años es lo que llamaríamos un consumidor “experimental”. Busca las drogas de modo esporádico y las toma en ocasiones puntuales como fiestas o encuentros con amigos.
Hasta hace algunos años, el consumo de drogas en Cuba parecía una escena controlada, un ruido presente, pero sin mucho eco si los comparabas con otros contextos.
Hoy, con un país menos hermético gracias a internet, ese panorama se muestre más preocupante. Youtubers y tuiteros alertan públicamente que una droga casera se abre paso en la Isla junto a una ola de violencia. En las calles habaneras es habitual escuchar al respecto.
Incluso ya las autoridades han reconocido que hay “afectaciones por la presencia de cannabinoides sintéticos en La Habana y zonas centrales (de la Isla)”, dijo el jefe de la Dirección Antidrogas del Ministerio del Interior (MININT), el coronel Juan Carlos Poey.
Se refería a lo que en la calle ha sido bautizado como “el químico”, pues, aunque tiene como base el cannabis, se le añaden sustancias sintéticas que varían según el fabricante.
Esta droga es la que consume Josué “porque es mucha más barata que la marihuana”, detalla.
Para su producción, que se realiza en casas comunes de los barrios, se necesita cannabis y precursores químicos de bajo costo.
“Según he visto ponen la hierba en una bandeja y ahí le echan por arriba los químicos para poner todo a secar después. He oído que entre esas sustancias le agregan pastillas para la epilepsia, pero no sé bien qué le echan”, describe Manuel, otro consumidor también residente en La Habana.
Esa mezcla resultante se coloca en las puntas de los cigarros, anteriormente vaciadas, y se fuman. Hay otros comerciantes que venden el cigarro ya adulterado.
La producción artesanal y los ingredientes locales abaratan los gastos. Y al ser tan económico es el negocio perfecto para un vendedor: genera una gran demanda a un precio insuperable: entre 150 y 200 pesos la dosis, mientras una libra de azúcar supera los 300 pesos.
“Las drogas vienen en escala según poder adquisitivo. El que tiene dinero compra cocaína, la clase media va por la marihuana y el químico es lo que queda para los pobres”, apunta Josué.
El joven resalta que con lo que compras una bolsita diminuta de cannabis, puedes pagar casi 20 químicos. “Por eso tantos jóvenes