Eran cerca de las doce de la noche en Madrid y en la televisión pasaban un reportaje de las próximas elecciones. Los españoles votarán por los Partidos de su elección y los candidatos daban sus respectivos discursos desde ambos lados del péndulo político. Me sentía extraño ante un escenario inédito para mí, aunque no tuviera voz ni voto. Había terminado de ver otra vez Clandestino y de nuevo no encontré nada más subversivo que sus imágenes y sus diálogos. Antes había vuelto sobre Algo más que soñar y la utopía desplazada. Así eran mis noches durante esos días. Trataba de matar la nostalgia para que la nostalgia no me matara. O para integrarme a ella definitivamente. El dolor, lo reconozco, también se puede disfrutar.
Mientras revisaba publicaciones en Facebook, una videollamada de Carlos Varela por WhatsApp me dio una de las mayores satisfacciones de esos días, sujetos a una montaña rusa de emociones. Carlos, de alguna forma, volvía a llegar de sorpresa y recordé la mañana en que nos conocimos en persona.
Carlos, durante la llamada, me dijo que estaba muy «tocado» por algo que yo había escrito en Facebook sobre mi salida de Cuba y mi estancia en Madrid con mi madre. Estuve cerca de borrar el texto, lo confieso, por las contradicciones casi irreconciliables que nacen cuando uno comparte algo íntimo con personas muy cercanas o en los espacios públicos de las redes sociales.
Hablamos durante casi media hora. De algunas emociones mutuas, de Cuba, de Madrid, de su concierto en la Ciudad Deportiva durante el festival Havana World Music en 2022, del dolor por el fallecimiento de Pablo*.
Carlos acompañó a Pablo durante su último pulso por la vida, del que estuvieron pendientes también muchos cubanos en todo el mundo. El autor de Como los Peces conocía muy bien a Pablo. Se profesaban un cariño y respeto que perdurará. Como sus canciones. Los había visto bromear, hacerse chistes cuyos significados solo ellos conocían
Carlos me adelantó que acababa de escribir una canción que estrenaría próximamente. De pronto comenzó a cantarla. El hombre, desde su conmoción por un puñado de letras, se transformó en el legendario cantautor que compartió generación con Santiago Feliú, Gerardo Alfonso, Frank Delgado. La generación de los topos, los llamaron. La noche comenzó a adquirir carácter simbólico. El autor de discos cardinales de la trova cubana me llevó a La Habana, a mi vida detenida, al pasado que nos identifica como país. Lo escuchaba con la atención de siempre, pero el escenario era radicalm